Cada vez me gusta más…
Una vez escuche que las amantes se lo llevan todo… bueno, he de confesar que es verdad, por lo menos en lo que a sexo se refiere. Él es mi amante hace 5 meses, y mi primera experiencia anal y él único en la vida que logra conseguir de mí orgasmo sobre orgasmo… Ayer tuvimos otro encuentro pero este fue especial y diferente y quiero contártelo.
Resulta que para el día de mi cumpleaños él me había prometido un regalo perfecto y una botella de Champagne Moët & Chandon para brindar. Pero en cuanto a la botella, no cumplió porque él quería organizar un viaje para pasar la noche juntos y disfrutar bebiendo. Pero es un hombre sumamente ocupado que hace lo imposible para dedicarme días y horas enteras a mi placer y cuidado. Sin embargo no tenia forma de lograr el viaje así que opto por un plan “B” dado a un ultimátum que le di jejeje!! Le dije que quería saber fecha y hora antes de terminar el año para tomarnos esa botella… Así que me citó ayer en una zona cerca de su oficina. Y Pasó a recogerme... y vaya re-cogida!! Dijo que tenía una sorpresa. Me subí a su camioneta negra hermosa. Y arrancó rumbo a un Motel de lujo. Entramos, estaciono la camioneta se bajo a liquidar la habitación y como todo un caballero abrió mi portezuela y me tendió la mano para bajar. Yo tome su mano y lo atraje hacia a mí y comencé a besarlo segura de lo que pasaría.
Él es muy alto para mí, a penas y con tacones de plataforma llegó a sus hombros lo cual a mi me encanta por que fácilmente puede levantarme en brazos. Lo malo es que eso también le da control absoluto sobre mí. Así que se aparto de mis labios y me jalo hacia él, ordenándome que bajara de la camioneta y subiéramos a la habitación. Y como toda una sumisa no me quedo opción más que obedecer si quiero recibir placer. Entonces el saco de la cajuela una maleta negra, me tomo de la mano y subimos al cuarto. Entramos y el lugar era muy amplio con un jacuzzi enorme que parecía alberca. Y entonces saco mi botella del maletín. Y me dijo “brindamos? O te hago el amor” le conteste “hacemos el amor y brindamos…”
Acto seguido se quito su ropa, la doblo y acomodo en ganchos, mientras yo abría la llave del agua para usar esa tina enorme, y de nuevo me dirigí a la cama y me recoste. Cuando estuvo desnudo, me dio la mano, me levanto de la cama, comenzó a besarme, y lentamente me quito el vestido que llevaba. Me quede en Baby doll rosa transparente y bragas… Él me miro y sus ojos denotaban sorpresa, me sonrió y me dijo “gracias mi amor por cuidar los detalles”.
Yo también quería darle una sorpresa y que mejor, que yo misma, vestida para la ocasión debajo de mi ropa común. No crees?
En fin, sus manos acariciaban mi cintura debajo de la suave tela del atuendo, mientras sus labios no dejaban de besarme. Introducía su lengua en mi boca lenta y pausadamente disfrutando mis labios y la miel de mi boca. Sus manos recorrían mi espalda atrayéndome a él con desesperación y de pronto sentí una de sus manos bajando a mi entre pierna y empezó acariciar mi conchita por encima de las bragas, un dedo estaba entre mis labios y podía sentir como mis fluidos empapaban mi ropa. Sobra decir que yo me mojo desde el momento mismo en el que lo miro, ya sea físicamente o reviviendo los momentos juntos, así que imaginaras lo mojada que estaba..!! Es alucinante sus dedos sobre mi concha depilada, porque nadie como él para masajear a fondo mis labios, mi clítoris, mi ano y todo lo que sus manos pueden y desean tocar…
Estaba empapada y quería más, quería su pene en mi interior, así que se lo pedí, le dije que por favor dejara de castigarme y me embistiera con fuerza y hasta el fondo. Me pregunto qué quería? Le conteste: “quiero que me penetres y me bombees…”
Se acostó en la cama me jalo hacia él y quede encima. Le pregunte si me kitaba el baby doll y contesto “no, déjatelo”. (A él Siempre le ha gustado tener el control de mi y de todo). Solo prolongaba la tortura, y mi deseo iba en aumento. Empezó a frotar su pelvis contra mi y yo podía sentir su pene erecto, dispuesto a darme el placer que tanto quería pero que su dueño detenía.
Acariciaba mis pechos sobre la tela del brassiere y de repente los sacaba para besarlos y masajearlos… mmm… lamia mis pezones con la punta de su lengua, y esto me mojaba cada vez mas y mas. Con su mano completa tomaba mis senos y apretaba rico para seguirlos chupando, besando, lamiendo, o simplemente masajearlos. De pronto mojaba sus dedos en mi boca y los dirigía a la punta de mis pezones y acariciaba en círculos… realmente alucinante. Al tiempo que su pene me embestía por encima de mis bragas. En verdad el placer era delicioso, entonces le dije que yo aun llevaba una prenda de ropa que me estorbaba y quería que me la quitara para que me pudiera penetrar. Y me dijo: “Te la quitas o te la quito??” Respondí: “Quítamela” Se enderezo, quitándome de encima de él. Y me dejo acostada sobre la cama, comenzó a besarme los labios, el cuello, mis pechos, mi ombligo, y sin que yo me lo esperara tomo mis bragas con los dientes y tiro hacia abajo, mordiendo mi conchita, y lamiendo de vez en vez. En un rato empezó acariciarme con su lengua el principio de mi clítoris… tomo mis manos y las dirigió a mis labios… indicándome que yo los abriera para él y así él poder continuar con su trabajo. Sus caricias en verdad me enloquecían por lo que empecé a jadear y gritar de placer, hasta que de pronto llego mi primer orgasmo de esa forma y vaya forma… Mi cuerpo temblaba y no paraba de hacerlo, mis piernas no respondían y mi respiración era súper agitada.
Él se puso en pie y se acerco a mis labios, comenzó a besarme, sabía asquerosamente a mí, a mis jugos… y yo lo besaba con suma pasión gritando “gracias” en cada beso. Abrio mis piernas y entonces sin preguntar entro en mi sin reparo. Empezó a bombear con fuerza y se detenia… sabe que eso me enloquece, él solo busca lograr mil orgasmos. Me aceleraba y frenaba de esta forma, obligaba a mi cuerpo a conseguir su propio placer más rápido. Pero sin lograrlo, lo único que provoca es alargar mi placer. Y así estuvimos varios minutos… (Me encanta que el es el único que puede controlar su tiempo de erección en mí)
Pero yo, ya solo quería explotar y no tarde mucho en hacerlo él sabe como hacerlo y entonces de pronto se detuvo, yo arquee mi espalda, levante mi cadera hacia el y comenzó de nuevo otro orgasmo… uuuufff!!! Delicioso. Aaaaaahhh… rikisimo en verdad. Pero siguió bombeando y bombeando realmente alucinante porque no me dejaba descansar; excepto lo necesario para lograr otro y otro orgasmo... Hasta que no pude mas, ya lleva alrededor de 5 orgasmos.
Pero él aún no terminaba. Entonces empezó a masajear mi ano con un dedo y en movimientos circulares, él sabe que para entrar a “su culito” como él lo llama es necesario “prepararme” y yo me dejo hacer pues tiene unas manos deliciosas para acariciarme. Y continuo su masaje, suave, lento, y muy delicado. Hasta que pudo introducir un dedo en mi ano. Al mismo tiempo que acariciaba mi ano, tmbn masajeaba mi clítoris, por lo que lograba excitarme y relajarme… Movía su dedo dentro de mi ano despacio, sin prisa; hasta que pudo entrar con 2 dedos y los movía dentro para seguir dilatando y que mi recto se acostumbrara a “algo” dentro.
Por fin me dijo –Estas lista- así que me puso en 4 coloco su pene en mi entrada y empezó a empujar lentamente hasta que llego a el fondo y ahí se quedo por un momento para acostumbrarme. Rápido lo hice y empezó a bombear, estuvimos así un rato y yo jadeaba y disfrutaba como loca, de pronto me dijo, -quiero que te claves tú sola, siéntate en mi.- Obvio en un principio mi mente dijo no, y le dije -me da miedo- Pero a él no le importo simplemente se retiro y se sentó en el silloncito de la habitación y me dijo –ven- (recuerda que le gusta tener el control sobre mi) yo obedecí.
Me dijo:
–Ven, clavate tú-
Yo le decía –no puedo-
-No me digas “no puedo” hazlo.-
Y aunque con miedo, e inexperiencia, le di la espalda, me abrí de piernas tome su pene y lentamente lo lleve hasta mi orificio anal y una vez acomodado me fui clavando, temiendo el dolor… sin embargo descubrí que lo había logrado, su pene estaba por completo dentro de mí y no había causado dolor.
El me dijo: - ¿ves?, si puedes-
Y empecé a bombear yo misma, yo sola.
Como sus piernas estaban por dentro de las mías yo tenía control absoluto de mis movimientos… Así que podía mover mi cadera en círculos, o de arriba abajo; Recargarme en él sin que se saliera de mi.
Cambiar de movimientos me ayudaba a descansar. Mis manos apoyadas en sus rodillas y mis piernas sobre el suelo me daban el control por un momento.
Así estuve hasta que el me dijo – mi amor, eres grandiosa esta es la primera vez que alguien se clava sola sobre mi pene, y te mueves como diosa, mi amor me encanta… te voy a dar tu leche cielo… mmmmm que ricooo, que rico, aaaaahhh…-
Y entonces supe que lo había logrado, mi hombre, mi amante, mi amor… había conseguido su primera eyaculación. Y me dijo -ven recárgate sobre mi,- yo le dije, -pero te voy a sacar…- y me dijo –recárgate!!- y lo hice… Increíble… estaba sobre sus piernas clavada totalmente y recargada en su pecho, podía voltear mi cara y besarlo. Un momento realmente increíble romántico y delicioso.
Después nos pusimos de pie y le pedí entráramos a la bañera. Lo hicimos pero antes sirvió una copa de champagne con fresas congeladas, y bebí, que rico se siente beber después de un buen sexo. Entramos a la bañera se acomodo levanto la cadera y comencé a comer su pene, lo metí completo en mi boca y sentí como me respondía, poco a poco comenzaba a crecer hasta que logro estar firme de nuevo y empecé a montarlo, me clave en el y él usaba sus dedos para masajear mi ano, me preguntaba –como esta mi culito?- Yo le decía, - bien y de buenas- y me penetraba en la vagina con su pene y en mi ano con sus dedos. Ahora sé lo que es estar clavada por los dos agujeros al mismo tiempo…
Como estábamos en el agua podía bombear mil veces sin yo cansarme…, que rico es coger con él. Se repone de volada, tiene pila para mi, y logra mi placer mil veces en cuestión de horas…
Verdaderamente puedo decir que es único, y tiene pila de sobra, es más fácil que me canse yo a que él me diga “basta”.
Así que comenzamos de nuevo en el jacuzzi y volvió a eyacular en mi. En mi vagina.
Descansamos un rato, bebiendo, salimos del jacuzzi y en la cama lo disfrute de nuevo. Esta vez termino en mi boca. Me encanta comérmelo, lo disfruto demasiado, y él se relaja se deja hacer, me guía, y me premio con su leche en mis labios…
Por Angel4iu
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viernes, 31 de julio de 2015
Puta, casada y culona era la hija de mi vecina
No siempre ser un pardillo es un problema. Cuando tenía veinte años, una vecina de mi madre me tomó como su chapuzas personal y para colmo no me pagaba. Doña Merche una simpática cincuentona vivía en frente nuestro y abusando de la amistad que le unía con mis viejos, cada vez que le fallaba algo en su casa, me llamaba para que se lo arreglase. Daba igual que la chapuza dura un grifo que le goteaba, una luz que no le encendía o que por causa de una tormenta, la televisión no estuviera sintonizada, siempre que le venía en gana esa vieja me llamaba y yo no podía negarme.
A mi madre le daban igual mis quejas.
-Debes ser un buen vecino- me dijo una vez que volvía encabronado por perder una hora en casa de la vecina sin que siquiera me hubiese invitado una cerveza –algún día se lo agradecerás.
Sin saberlo, mi querida progenitora profetizó lo que os quiero contar que no es otra cosa que mi historia con la hija de esa señora.
Merceditas, como decían a ese bombón, no vivía en la casa porque se fue a vivir con su novio hace muchos años. Aquel verano había formalizado su unión, casándose en la parroquia del barrio. Con veinticinco años, esa rubia estaba buenísima y lo sabía. Consciente de que tenía una cara preciosa y un cuerpo que hacía las delicias de todo aquel que la viera pasar, tonteaba conmigo cada vez que nos cruzábamos en el ascensor. La naturaleza había sido generosa con ella, dándole además un par de enormes pechos que era incapaz de dejar de mirar cuando subía con ella hasta nuestro piso.
-¡Qué guapo estas, vecinito!- me decía la jodida invariablemente para hacerme cabrear, recalcando los cinco años de diferencia que nos llevábamos. Os reconozco que me daba igual. Lejos de enfadarme, su guasa me daba motivos para alargar un poco más la contemplación de esas dos maravillosas tetas.
Pero volviendo al tema que os quiero contar, una mañana de invierno, Doña Merche me llamó porque tenía una urgencia. Al preguntarle que ocurría, me explicó que el calentador le fallaba y su hija necesitaba darse una ducha.
Como comprenderéis, saber que ese pibón estaba en la casa era motivo suficiente para no reusar en ayudarla. Por eso, cogiendo mis herramientas me planté en su apartamento. Al llegar, la encontré enfundada en una bata mientras desayunaba. Un poco cortado, pedí permiso y sin mirarla me puse a arreglar la caldera. Al tener que desmontar la carcasa, me dí la vuelta para coger una silla y fue cuando me encontré que ese zorrón se había abierto un poco su albornoz, dejándome disfrutar del inicio de sus pezones.
Impactado por la rotundidad de ese escote, no pude separar mi vista de ese par de melones y debido a eso, me pilló mirándolos. Lejos de enfadarse, sonrió al darse cuenta de mi fijación y aprovechando que su madre no estaba en la cocina, me soltó:
-Parece ser que a mi vecinito le gustan mis pechos- avergonzado hasta decir basta, me quedé callado mientras esa mujer se reía de mí -¿No te gustaría ver algo más?- preguntó separando sus rodillas.
El espectáculo de verle las bragas fue demasiado para mi pobre sexo y traicionándome bajo el pantalón, se puso como una piedra. Merceditas, comportándose como una autentica puta, abrió aún más sus piernas al ver mi estupor mientras me decía:
-¿Crees que tengo los muslos muy gordos?
Como comprenderéis, me quedé pálido al escucharla y más aún cuando observé la forma tan descarada con la que me enseñaba sus jamones. Muerta de risa y mientras su madre trasteaba en la habitación de al lado, insistió en que contestase, diciendo:
-Mi marido cree que tengo que adelgazar, ¿Tú qué opinas?
Babeando de forma descarada, balbuceé:
-Es un idiota, ¡Estás buenísima!
Mi respuesta le satisfizo y con una sonrisa en los labios, se levantó a donde yo estaba. Sin cortarse en absoluto, llevó su mano a mi entrepierna y mientras acariciaba mi erección, susurró en mi oído:
-Es una pena que esté casada, sino te aseguro que me encantaría probar lo que esconde aquí debajo.
Os juro que si no llega a ser porque Doña Mercedes estaba en el comedor, hubiera cogido a esa zorra y poniéndola a cuatro patas, me la hubiera follado en la mitad de esa cocina. Y más porque antes de dejarme solo arreglando el puñetero calentador, mi querida vecinita se aflojó la bata y mientras me enseñaba su estupenda anatomía, riéndose, dijo:
-¿Te puedes creer que Manuel solo hace el amor a este cuerpo una vez al mes?
-Definitivamente es un imbécil- respondí con mis ojos fijos en los dos espectaculares globos de la mujer: -Yo te follaría a todas horas.
Merceditas soltó una carcajada al oír mi respuesta y cerrándose la bata, me dejó solo con mi calentura.
“¡Dios! ¡Qué polvo tiene!”, mascullé entre dientes mientras me ponía nuevamente a arreglar el jodido aparato. Con su imagen desnuda impresa en mi retina acabé en menos de cinco minutos porque solo necesitaba un ajuste.
-Ya está Doña Mercedes- estaba informando a la señora cuando su hija volvió a la cocina.
La vecina me estaba dando las gracias cuando de pronto, Merceditas le dijo:
-Mamá necesito ducharme. ¿Por qué no le invitas a desayunar mientras lo hago?- y poniendo voz de pena, soltó: -Así si se vuelve a estropear mientras estoy en la ducha, podrá arreglarlo.
A la vieja le pareció bien y mientras la rubia desaparecía rumbo al cuarto de baño, me preparó un bocadillo y una cerveza. Fue entonces cuando la casualidad me dio un regalo inesperado, la señora recordó que tenía cita con el médico y con el morro que la caracterizaba, me dijo que si no me importaba quedarme solo porque tenía que irse.
Reconozco que en un primer momento no caí en mi suerte y quejándome de que tenía prisa, le pregunté cuanto tardaría:
-Al menos dos horas- respondió cogiendo su bolso y saliendo del piso.
Nada más irse, el saber que ese zorrón se estaba duchando a escasos metros de donde estaba, hizo que me empezara a excitar nuevamente. La imagen del cuerpo mojado de esa mujer bajo el agua y a su dueña enjabonándose, fue algo imposible de soportar. Por eso sopesando el riesgo que iba a correr, decidí que valía la pena:
¡Tenía que verla desnuda!
Reuniendo todo el valor que pude, dejé que el sonido de la ducha me guiara y sigilosamente, tanteé a abrir la puerta del baño. Antes de hacerlo corría el riesgo que se hubiese cerrado por dentro y todos mis planes se hubiesen ido a la mierda. Afortunadamente, Merceditas no había asegurado el pestillo y la puerta se abrió. Con mi corazón latiendo a mil por hora, estuve a un tris de no entrar pero al final traspasé ese umbral y eso ha sido lo mejor que he hecho en toda mi vida.
Ajena a mi ingreso, la muchacha alegremente entonaba una canción. Sin conocer cúal iba a ser su reacción, me senté en el wáter y desde ahí me puse a observar a esa preciosidad. La mampara de la ducha era transparente y por eso nada me impidió verla totalmente desnuda bajo el agua. Con atención, me quedé valorando el estupendo cuerpo de esa mujer.
“¡Está tremenda!”, sentencié después de un minuto mirándola.
Merceditas tenía unos pechos enormes pero firmes. Curiosamente semejante peso no había provocado que se cayeran y como auténticas astas de toro se mantenía tiesas mirando al tendido. Dos pezones negros decoraban ese par dándole una sensualidad que me hizo estremecer. Su vientre plano daba inicio a unas caderas desmesuradas y a un trasero formado por dos gigantescas nalgas.
“¡Menudo culo!”, exclamé mentalmente al disfrutar de semejantes cachetes.
Para entonces la hija de mi vecina se estaba aclarando el pelo y por eso se mantenía con los ojos cerrados, ignorante de mi escrutinio. Al girarse, reteniendo la respiración, disfruté de la visión de su coño. Sin estar depilado, estaba perfectamente arreglado. Un triángulo formado por unos rizos rubios adornaba el chocho de la muchacha.
Fue entonces, cuando se percató de mi presencia y tras el susto inicial, puso una sonrisa y me preguntó por su madre.
-Se ha ido al médico y tardará al menos dos horas en volver- respondí sin saber que me depararía el futuro.
Al escuchar de mis labios que estábamos solos, se relajó y bajando las manos con las que se había tapado los pechos, me preguntó:
-¿Vas a quedarte mirándome, o prefieres entrar a la ducha?
Y por si me quedaba alguna duda, para terminarme de provocar, se empezó a acariciar las tetas y a pellizcarse los pezones mientras me miraba. Incapaz de rehusar tamaña invitación, me empecé a desnudar sin dejar de mirar a la zorra de mi vecina.
-¡Las tienes enormes!- como un rugido salió de mi garganta ese exabrupto la ver el sensual modo en que se las estaba estrujando.
Descojonada por mi cara, se cogió ambos senos con sus manos y mostrándomelos como si fueran un trofeo, me soltó:
-¿Tú crees?...
Pensando que se había molestado, intervine diciendo:
-Pero son alucinantes, me encantan.
Merceditas se rio al comprobar mi nerviosismo y dando una vuelta completa sobre el plato de la ducha, me modeló antes de preguntar:
-¿Y qué parte de mi te gusta más?
-El culo- admití mientras dejaba caer mi calzón sobre el suelo de mármol.
Acto seguido, metí un pie en la ducha pidiendo permiso. Merceditas con la confianza que daba la diferencia de edad, tiró de mí y me metió junto a ella bajo el grifo. La tibieza de su piel mojada al pegarse a mi cuerpo, provocó que mi miembro alcanzara de golpe toda su extensión.
-¡Tienes tu pene a tope!- dijo al verlo.
Defendiéndome, la contesté:
-Y tú los pezones duros, ¡So puta!-le dije mientras agachaba mi cabeza y cogía al primero entre mis dientes.
Aun sorprendida por mi insulto y por mi audacia al mamar de su pecho sin pedirle permiso, no solo no se quejó sino que emitiendo un gemido de placer, riendo me dijo:
-Eres un pillín.
Ya lanzado, masajeé la otra teta mientras con la mano que me quedaba libre iba bajando por su cuerpo. Mi vecina cada vez más excitada separó sus piernas al notar que me acercaba a tesoro que escondía entre ellas. Al acariciar su vulva fue cuando me encontré con un elemento metálico entre sus pliegues.
-¡Tienes un pircing!- exclamé cogiéndolo entre mis dedos.
Tirando un poco de él, comprobé que se lo había puesto a un escaso centímetro de su clítoris. La muchacha al experimentar mi ruda caricia dando un grito, me pidió que fuera más lento.
- Oye, ¿Cuándo te hiciste eso? – le dije dando otro tirón al adorno.
Mi vecina separó sus piernas antes de contestarme, señal clara de que le estaba gustando el trato.
-Llevo con él un par de años-
Intrigado por el asunto, me arrodille para observar desde cerca el dichoso piercing, lo que interpretó mi vecina pensando que iba a hacerle una comida de coño y separando sus labios con dos dedos, lo puso a mi entera disposición.
-¿No te dolió cuando te lo hicieron?- pregunté mientras rozaba con mi dedo la joya.
-Un poco- reconoció dando un suspiro- pero vale la pena. Desde que lo llevó estoy cachonda todo el día.
-¡No te entiendo!- contesté mientras metía un primer dedo dentro de ella.
-Al andar, al subirme a un coche o al juntar mis piernas en la oficina, me roza el clítoris y me pone bruta- con la voz entrecortada me respondió.
- Eres una puta– le solté riendo mientras su coño se empapaba producto de mis maniobras. Lo supe no solo porque mi dedos entraba y salía con más facilidad de su sexo sino porque, desde la mi posición, podía oler la aroma a hembra hambrienta de sexo que desprendía.
-¡Cómo me gusta!- gritó ya totalmente dominada por la lujuria- ¡Por favor! ¡No dejes de hacerlo!
Sin hacer caso a su calentura, separé yo mismo sus labios y me quedé mirando al aparato. El dichoso piercing tenía una forma parecida a los gemelos que usaba mi padre. Una barra coronada a ambos lados por dos bolitas metálicas. Habiendo satisfecho mi curiosidad, paseé mi dedo por la raja de su coño antes de volverlo a introducir en su interior. El aullido que pegó a notar como la súbita penetración, me determinó a tratarla con dureza.
-¿Y el idiota de tu marido tampoco te lo come?
Merceditas negó con la cabeza.
-¿En serio? ¡Ese tío es tonto!– respondí mientras sacando mi lengua le daba un primer lametazo.
Arrodillado a sus pies, vi como los ojos de mi vecina brillaban de deseo. Al verlo, aumenté la velocidad con la que mi dedo se estaba follando su coño, lo que provocó que Merceditas se estremeciera bajo la ducha y tuviese que agarrarse para no resbalar.
-La putita de mi vecina está cachonda- le solté más seguro de mí mismo al ver que incluso los pezones la traicionaban.
- La culpa es tuya, ¡cabrón! – respondió mientras presionaba mi cabeza contra su entrepierna: - ¿Por qué no me lo comes ya?
Torturándola, no le hice caso y le metí un segundo dedo en su interior. Aunque mi mente me pedía saborear ese coño y oír a su dueña gemir de placer, decidí prolongar los preparativos. Lo que no había previsto era que esa puta pegara su sexo a mi cara mientras movía rítmicamente sus caderas. No me quejé cuando Merceditas me restregó su sexo por la cara. Al contrario, sacando la lengua le pegué un segundo lametazo.
-¿Ves cómo tú también lo estas deseando?
-De acuerdo, zorra. ¡Te lo comeré si me dejas después follarte!
Como respuesta separó sus rodillas, dándome entender que primero quería que le hiciera una buena comida. Su nueva posición permitió que mi lengua recorriera sus pliegues mientras mi vecina no dejaba de gemir y jugueteando con la punta su clítoris, di un buen repaso a ese coño antes de concentrarme en el piercing. Al recogerlo entre mis dientes mientras mordisqueaba el botón del placer de mi vecina, esta pegó un aullido y cerrando sus puños, me rogó que continuara.
Aprovechando su entrega volví a meter mi dedo en su interior sin dejar de chupar el bulto que ya estaba totalmente erecto entre sus labios. Merceditas al sentir esa doble estimulación, movió brutalmente sus caderas y dejándose llevar por el placer, chilló:
-¡Cabrón! ¡Me estás volviendo loca!- y sin importarle lo que pensara, me pidió que le metiera el segundo.
Siguiendo al pie de la letra sus instrucciones, le incrusté otro dedo y moviéndolos rápido en su interior, me la quedé mirando mientras la rubia sacudía las caderas restregando su sexo contra mi boca. No tarde en observar como su coño se contraía de placer y aprovechando que Merceditas estaba totalmente entregada, me decidí a meter el tercero.
-¡Me gusta!- berreó la mujer al notar que forzaba su entrada.
Intentando relajarla mordisqueé su clítoris con tanta fuerza que dando un grito alucinante, tuvo que apoyarse contra los azulejos al sentir que perdía fuerza en sus piernas.
-¡Sí! – jadeó moviendo más las caderas y presionando con sus manos mi cabeza: -¡Sígueme chupando!
Saboreando cada lamida, seguí follando con mis dedos el coño de la rubia mientras ella no paraba de gemir descompuesta por el placer. Sabiendo que estaba a punto de correrse, le seguí sacando y metiendo mis tres falanges cada vez más rápido. Merceditas tiritando de placer en la ducha, no paraba de gemir en voz alta.
-¡Dios! ¡Me corro!– aulló mientras movía sus caderas de forma brutal - ¡Comete a esta puta!– gimoteó mientras la seguía masturbando. Al sentir que su cuerpo se crispaba, me agarro la cabeza y la presionó contra su sexo mientras me imploraba que no parase. Decidido a que esa mujer sintiera lo que era una buena comida de coño, continué lamiendo su clítoris con mayor intensidad si cabe.
-¡No puede ser!- gritó mientras mi boca se llenaba con su flujo.
La intensidad de su orgasmo fue brutal y derramando su placer por mis mejillas, usé mi lengua para sorber una parte del torrente en que se convirtió su chocho. Las piernas de mi vecina se cerraron sobre mi cara en un intento de retener el goce que la estaba asolando. Durante una eternidad, Merceditas convulsionó en mi boca mientras de su garganta no paraban de surgir berridos, tras lo cual se derrumbó y sentándose sobre el plato de la ducha, me miró extasiada, diciendo:
-¡Nunca me había nadie comido así!- y sin saber lo que significaría su promesa, prosiguió: -Dime cómo quieres que compense.
La sonrisa que lucía en su cara desapareció cuando levantándola, le dí la vuelta y separando los dos cachetes que me volvían loco, sintió uno de mis dedos jugueteando con su entrada trasera:
-¡Tienes un culo precioso!- susurré a su oído mientras removía mi yema en su interior: -Y quiero rompértelo.
Al oír su suspiro, comprendí que mi fantasía era compartida por ella porque mi vecina estaba cachonda de nuevo y sin poder soportar su excitación, me rogó que la tomara. Dando tiempo al tiempo, seguí relajando su esfínter mientras con la otra mano le empezaba a frotar su clítoris.
-Oh, ¡oh! ¡Dios mío! – gimió disfrutando de ese trato mientras intentaba forzar mis caricias presionando su culo contra mí.
Al comprender que debía de relajarlo, cogí una botella de aceite Johnson que había en un estante y echando un buen chorro sobre mis dedos, le pedí que se separara las nalgas con sus manos. La rubia me obedeció de inmediato y dando su aprobación me imploró que lo hiciera con cuidado. Al notar que se erizaba, le amenace mientras le daba un sonoro azote:
-Si no te quedas quiete, voy a destrozarte el ojete, ¡Puta!-
Mi vecina se sorprendió al sentir mi dura caricia pero contra todo pronóstico sintió que eso le gustaba y poniendo cara de puta, me imploró que le diera otra nalgada. Muerto de risa, me negué y mordiéndole una oreja, la informé de que iba a follármela en plan salvaje. Merceditas presionó sus nalgas contra mi pene, demostrándome su aceptación. Como no quería hacerle más daño del necesario, seguí relajando su esfínter hasta que comprobé que se encontraba suficiente relajado y entonces llevando mi pene hasta él, introduje suavemente mi glande en su interior.
Chilló de dolor al experimentar que su entrada trasera había sido traspasada pero no hizo ningún intento de separarse, al contrario, esperó a que se disminuyera su dolorpara echar hacia atrás su trasero. Mi pene se introdujo lentamente en su interior de forma que pude sentir como mi extensión forzaba los pliegues de su ano al hacerlo. El sufrimiento la estimuló y llevando su movimiento al extremo, no cejó hasta absorberlo en su totalidad.
-¿Te gusta?-, pregunté.
-Sí pero duele-, respondió y tras unos momento de tranquilidad, retomó el vaivén de sus caderas con auténtica pasión.
Poco a poco ese ritmo alocado, permitió que mi sexo deambulara libre en su interior. La muchacha poseída por un salvaje frenesí, me pidió que no tuviese cuidado. Haciendo caso, usé sus pechos como apoyo y acelerando mis penetraciones, la cabalgué como si fuera una potra. Ella, totalmente descompuesta, gimió su placer e incorporándose me pidió que la castigara. Comprendí lo que deseaba y acercando mi boca a su hombro, lo mordí con fuerza. Su grito de dolor no me importó y clavando mis dientes en su carne, forcé su espalda mientras mis dedos acariciaban su excitado clítoris
-¡Qué maravilla!- suspiró al sentir que lentamente mi extensión iba rellenado su conducto mientras la masturbaba con la mano.
No me lo podía creer esa zorra estaba disfrutando y retorciéndose como una anguila, me rogó que la follara sin compasión diciendo:
-¡Mi culo está acostumbrado!-
Su confesión abolió todos mis reparos y forzando mi penetración al máximo, me puse a disfrutar bestialmente de la entrada trasera de esa mujer. Sabiendo que no iba a lastimarla, usé, gocé y exploté esa maravilla con largas y profundas estocadas. Mi vecina se contagió de mi calentura y apoyándose en los azulejos de la ducha, gritó que no parara. Pero fue al cogerme de sus pechos para acelerar mis embestidas, cuando llegó a mis oídos su orgasmo. Aullandocomo una perra se corrió por enésima vez pero lejos de estar satisfecha me reclamó que siguiera.
Temiendo no estar a su altura, comprendí que debía ser todavía más salvaje y por eso azotando duramente su trasero, me reí de ella diciendo:
-¡Guarra! ¡Mueve el culo! -
Al oir Merceditas a su vecino reclamándole su poca pasión, aceleró el movimiento de sus caderas mientras no dejaba de gemir con cada penetración con la que forzaba su esfínter. La violencia de mi asalto hizo que sus brazos se doblaran y centímetro a centímetro fui acercando su cara a la pared, hasta que aprisionada tuvo que soportar que el frio de las baldosas contra la su piel de sus mejillas mientras se derretía por el duro trato. Casi sin respiración, me imploró que la dejara descansar. Su rendición me sonó a gloria bendita y negándome a hacerla caso, le grité:
-¡Puta! ¿Primero me provocas y ahora me pides que pare? ¡No pienso hacerlo -
Que le recriminara su comportamiento, le sacó de sus casillas y haciendo un esfuerzo sobrehumano, levantó su trasero para facilitar mis penetraciones. Para aquel entonces, era tal el flujo que manaba de su sexo que cada vez que la base de mi pene chocaba contra sus nalgas, salpicaba en todas direcciones.
-¡Córrete dentro de mí! ¡Por favor!- suspiró casi sollozando.
Aunque deseaba seguir dándole por culo, el cúmulo de sensaciones pudo mas y descargando mi semilla en su interior, me corrí mientras le pellizcaba con dureza uno de sus pezones.
-Ahh- chilló al sentirlo.
Satisfecho y exhausto, seguí bombeando en sus intestinos hasta que ordeñé mi miembro por entero y entonces, la besé. Fue un beso tierno de amante. Merceditas se empezó a reír y con una sonrisa en los labios, me dijo:
-¡Eres un cabrón! ¡Me has dejado agotada!-
Y tras salir de la ducha y mientras nos secábamos con una toalla, se acercó a mí y acariciándome el paquete, me preguntó si hacía chapuzas a domicilio.
-Por supuesto, ¿Qué necesitas?
Con todo descaro, se agachó frente a mis pies y despertando a mi pene mediante besos, contestó:
-Un biberón cómo este: ¡Un par de veces a la semana!.
Como me trata mi sobrino
Hace algunos días fui a visitar a mi prima Roxana, ella y yo éramos muy unidas, ahora cada una casada, nos hemos tenido que dejar de ver tan seguido, pero aún así tratamos de vez en cuando, reunirnos y ponernos al día de lo que va pasando en nuestras vidas.
Al hacia su casa lo hacía de un desayuno que hubo con algunas amigas, siempre buscamos algún lugar donde los meseros sean jóvenes y guapos. Del lugar que escogieron aquella mañana salí muy decepcionada ya que ninguno me pareció guapo y no todos eran jóvenes.
Yo iba con un vestido rojo, completamente pegado a mi cuerpo, me llegaba como 10 centímetro arriba de las rodillas, llevaba una pequeña tanga del mismo color, sin brassiere y botines de tacón de aguja negro, me planche el cabello, realmente me veía bien.
En el lugar los pocos hombre que había me miraban maravillados, realmente parecía que iba pidiendo un buen macho que me diera una dura cogida. Pero para la mala suerte de ellos, ninguno me gusto. Ni modo iba tener que aguantar mi calentura hasta que llegara mi esposo.
Por eso me fui a casa de mi prima, para olvidar las ganas que traía de verga. Mientras manejaba mis piernas se abrían, buscando que algo entrara en mi coño.
Llegué a casa de mi prima, toque pero nadie salía, pero vi que alguien se asomaba por una ventana de forma muy discreta. Volví a tocar, ante mi insistencia se abrió la puerta, el que abrió fue mi sobrino Rafael, hijo de Roxana. Me dijo que estaba solo, que su mamá había salido con unas amigas, por lo agitado que estaba me imagine que se estaba masturbando ya que él no es muy deportista.
Lo salude y me invito a pasar, no sabía si había acabado o lo deje a la mitad, pero lo note acelerado un poco molesto, supuse que no acabo.
Caminamos por un pasillo para llegar a la sala, sentía como sus ojos se clavaban en mis nalgas, me encanta sentirme deseada, mi sobrino estaba caliente y yo con ganas de verga. Decidí ver qué pasaba a lo mejor a él solo lo calentaba pero no se animaría a más.
Nos sentamos en la sala, cruce varias veces mis piernas, mientras platicábamos para que el pudiera verme la tanga, veía como cada vez abría más los ojos tratando de verme todo lo que pudiera. Platicábamos de todo, y el no dejaba de tratar de mirarme la tanga, yo ya no aguantaba lo caliente que estaba, me urgía meterme una verga en el coño.
Mi sobrino cada vez inclinaba más su cuerpo hacía el frente, en algún momento abrí completamente las piernas y le dije
-Mi tanga es roja
-Perdóname tía pero eres irresistible
Me pare y me levante el vestido para que el la pudiera ver bien.
-La quieres ver por atrás
-Sí por favooooor
Me voltee y pudo ver mis nalgas separadas por un fino pedacito de tela roja, de repente sentí como Rafael saltó y cayó encima de mis nalgas, me las empezó a besar, me hizo perder el equilibrio cuando me iba a caer me tomó por la cintura, y siguió besándome el culo, después pasó su lengua por mis nalgas, las estaba ensalivando todas, acariciaba mis piernas y mi culo, yo gemía
-Aaaaaaa síííííííííí
Me doblo poniendo mis manos sobre el respaldo del sillón, y haciendo que sacar lo más que pudiera mis nalgas, me empezó a nalguear, cada vez me pegaba más fuerte, mi culo empezó arder, me gritó
-Puta, te lo deje bien rojo
Me empezó a chupar la raya de las nalgas, pasaba su lengua alrededor de esta, yo pedía más
-Así dame más, que rico chupas
El seguía chupando, me abrió las nalgas y su lengua se metió un poquito en mi ano, esto era tan rico, con tanto morbo, mi sobrino metiendo su lengua en mi ano
-Así, que rico cabrón, como me calientas
Cambio su lengua por 2 dedos, mi ano aún no está bien abierto por lo cual me dolió mucho
-Aaaaaaaahhhhhhhhh me dolió
-Cállate puta, esto es lo que venías buscando
Él metía y sacaba sus 2 dedos de mi culo a gran velocidad, después me metió otro dedo, no fue tan doloroso como los primeros 2 pero si sentí molestia
-Toma puta, para esto sirves para dar las nalgas
Me excitaba demasiado como me trataba Rafael
-Que rico siento cabrón
De repente sentí como la punta de su pene se dirigió hacía mi ano, metió toda la cabeza, grite, sentía esa cabeza hirviendo, en otro movimiento me metió casi todo lo demás, en el último movimiento su verga termino de entrar, yo no sabía qué hacer, quería que eso nunca acabará, él me tomó por la cadera, y empezó un mete saca muy rápido, yo seguía completamente vestida, el solo hizo mi tanga a un lado, el empezó a gritarme
-Toma puta, ¿quién lo hace mejor tu marido o yo?
-Tu papi, esa verga la mueves muy rico
-¿Quién tiene la verga más grande, tu esposo o yo?
-Tu mi amor, la tuya sí es una hermosa vergota
-Pídeme que te coja perra
-Cógeme, quiero verga, dame lo que mi marido no me da
-¿A qué sobrino quieres más?
-A ti mi sobrino semental
El seguía sacando y metiendo su verga de mi ano, yo empecé a masturbarme, era realmente placentero, mi sobrino llenándome de verga y yo masturbándome. Mis dedos entraban y salían de mi concha, acabe en un delicioso orgasmo
-Aaaaaaahhhhhhhhhhh me vengo, me vengo
Me caí sobre el sillón, y Rafael seguía enculandome, el parecía que nunca iba a acabar hasta que empezó a gritar
-Me vengo puta, me vengo
Sacándome la verga del culo, me aventó sobre el sillón, me jalo del cabello, y puso mi cara en frente de la punta de su verga, empezó a eyacular sobre mi cara, yo abrí la boca para ver que me podía comer de esa rica leche de macho joven
-Tu lechita sabe deliciosa
El me hizo limpiarle la verga con la boca, me jalo muy fuerte hacia él y me la metió en la boca
-Limpia puta
Se la limpie lo mejor que pude, me la saco, se subió el pantalón y se fue, yo me quede en la sala para recobrar el aire. Le grité para avisarle que ya me iba, pero no me contesto, decidí irme sin despedirme. Cuando iba a abrir la puerta, él se puso atrás de mí, me jalo del cabello
-Eres una puta
Sin soltarme del cabello me puso con la cara contra la pared, con la otra mano me levanto el vestido, me bajo la tanga, se quitó el cinturón y con él me empezó a pegar en el culo, cada vez me dolía más
-Basta me duele
-Te voy a enseñar a no andar de puta
Me siguió pegando, yo gritaba y el más me pegaba, hasta que se cansó, me soltó y me dijo
-Te puedes ir, y no creas que será la última vez que me coja ese culo
Yo no aguantaba el dolor y le dije
-Cuando quieras te vuelvo a dar las nalgas
Me fui, al llegar a mi carro no me podía sentar, y estaba muy excitada.
Follandole el culo a mi cuñada
Sali del trabajo un viernes sin nada que hacer,sin compromiso porque andaba solo,mi pareja habia salido de viaje y no volvia hasta el domingo. Llegue a casa,me duche e hize un par de llamadas. Quede con unos amigos por Madrid a tomar unas cañas,cenar algo y si surgia alguna copa. La noche empezo bien,risas con las cervezas,una buena cena y luego un bar de copas de los que andan moda por Madrid para pasarlo bien.
Nos pedimos unas copas,el pub estaba hasta arriba,un monton de gente pero sobre todo un monton de chicas,chicas con sugerentes vestidos para alegrar la vista a cualquier hombre. En un descuido me quede solo en la barra,cogi mi copa y empece a buscar a los amigos cuando de repente,en un lado del pub,entre un grupo de gente,mi cuñada,rodeada de varios tios y tias los cuales no conocia. El trato con ella es cordial pero no me apetecia saludarla asi que me di la vuelta y me fui al otro lado del pub,buscando algun sitio donde no me viera pero que yo si pudiera verla.
Para poneros un poco mas en situacion mi cuñada es de un barrio obrero de Madrid y ha dado,porque se ha casado, con una familia bien situada economicamente como aquel que dice y esto ultimo se le ha subido a la cabeza y se cree mas que los demas,se ha vuelto un poco insoportable.
Volvamos al pub,estando en una de las barras apoyado,me doy la vuelta para pedir una copa,de repente unos pechos se apoyan en mi espalda y pienso,ya me ha visto,me giro y no es ella,es una de las chicas que andaban en el grupo que a vi a su lado,se abalanza sobre mi,se presenta y con todo el descaro me pide que le invite a una copa,accedo a invitarla,me apetece divertirme ya que me he quedado solo y no se donde andan mis colegas,ademas me apetecia sonsacarle un poco a la chica que venia bastante chispadilla y pense que no seria dificil hacerlo. Me entere de lo que habian estado haciendo anteriormente y me dijo que alli habian entrado a ver si pillaban cacho. Entonces ella empezo a tirarme trastos buscando algo mas hasta que le dije que lo sentia,que no iba buscando nada mas que tomarme una copa a gusto y me dejo alli solo.
Acabe mi copa y que mis colegas no daban señales de vida,eran mas de las 4 de la mañana, les mande un whatssap para decirles que me iba a casa,levante la mirada buscando a mi cuñada y no la vi por alli entonces me fui,lo que paso al salir no me lo esperaba,al girar la esquina,alli estaba ella,empotrada conta la pared,con un tio metiendole la mano por debajo de la falda,las bragas por los pies y una teta al aire,iba super borracha,atonito me quede observando la escena,de repente ella le da un empujon al tio,se coloca todo y se hecha andar hacia el lado contrario de la calle de donde estaba yo.
Me da por seguirla pensando que la podria pasar algo en el estado de embriaguez que llevaba dejando una distancia suficiente para que no se enterara de que la iba siguiendo,a los 20 minutos despues de seguirla,se tropieza y se cae al suelo,me acerco la tiendo la mano y la ayudo a levantarse,en principio no se ha dado cuenta quien soy,hasta que se fija en mi y se sonrie,me suelta:" que haces tu por aqui" a lo que contesto: "lo mismo que tu pero mas sereno,anda te acompaño" Se aferra a mi con toda su borrachera y practicamente la llevo casi en brazos. Me dice: "siento que me hayas visto asi" a lo que contesto: "te he visto hace un buen rato" a lo que se queda blanca,le cambia la expresion de la cara y me pregunta: ¿cuanto tiempo?. "Lo suficiente,anda tira" la contesto. En el trayecto a casa no hablamos mas,llegamos a su portal,le cojo las llaves y la acompaño hasta la puerta de su casa,nos damos un par de besos y nos despedimos.
Pasa el tiempo y nos vemos en un par de ocasiones a pesar de ser casi vecinos. Pasado un mes,mi cuñado se va de congreso al cual es acompañado por su hermana,mi pareja,quedandonos ambos solos en casa todo un fin de semana. Vuelvo a casa de trabajar y me pongo comodo,demasiado comodo,como dios me trajo al mundo,me abro una cerveza y de repente suena el telefono de casa,es ella,me dice que tenemos que hablar, y le digo que se venga a casa. Me pongo algo para no abrirla en pelotas aunque ella sabe de mi aficion al nudismo porque alguna vez lo he dejado caer y mi pareja sabe que lo hago cuando me apetece hacerlo. Una camiseta y un boxer ajustado,no soy un musculitos,tengo mi barriguita cervecera y no soy un agraciado con un gran miembro como aquel que dice pero el boxer marca mi paquete. Suena la puerta y abro,sorprendida le suelto,anda pasa que no vas a ver otra cosa que no hayas visto ya. Accede,le ofrezco asiento y una cerveza,acepta la invitacion. Voy a por ella y nos sentamos en el sofa.
-Tengo que preguntarte una cosa,¿que viste aquella noche?.
- Sinceramente.
-Si... entre sollozos.
-Lo suficiente.
-¿Y se lo has contado a alguien?
-No. Tarde en contestar mientras veia su cara de panico.
- Gracias,me dice suspirando y quedandose algo mas tranquila.
-No te preocupes de mis labios no va a salir nada,puedes estar tranquila.
-Pero... ¿de verdad? ¿No quieres nada a cambio de tu silencio?
En ese momento me doy cuenta que se ha fijado en mi paquete que lleva empalmado desde que entro por la puerta y con mi mirada miro primero a mi paquete y luego la miro a ella diciendo con mi mirada que no me importaria que pasara nada en ese momento.
Le da un sorbo a la cerveza y se abalanza sobre mi,me besa y me dice: "esto en compesacion de que no digas nada". Me aparta un poco el boxer y mi polla salta como un resorte,se agacha y se la mete en la boca,estoy a punto de apartarla pero me dejo llevar,se la mete entera en la boca,se tira un buen rato mamando sin parar,me gusta como lo hace y a ella parece que le gusta hacerlo,no conocia yo esta faceta de mi cuñada. Le digo: "¿Por que no te pones mas comoda?" a lo que accede con cara de sorpresa pero sin nungun reparo.
Se quita la ropa,a la vez que yo me quito la poca ropa que llevaba,tiene unas tetitas pequeñitas de esas que son gustosas de comer porque entran enteras en la boca,el conejito totalmente depilado y calentito,y un culito delicioso que siempre me ha gustado desde que la conoci y siempre que he podido se lo he tocado sin que se diera cuenta para gusto mio.
Sentado en el sofa,y ella a cuatro patas,se vuelve a meter mi polla en la boca. Mis manos van una a su cabeza para que no la levante de donde esta y otra buscando la entrada de su conejito o de su culito,mientras chupa y chupa empiezo a deslizar mis dedos en su coño humedo,cada vez mas humedo y de vez en cuando lo intento en su culo lo cual gime y se mueve intentando rechazarlo.
La levanto la cabeza de mi polla,la miro a la cara y con una mirada de vicio me esta pidiendo que me la folle,la cojo en brazos,la llevo a la cama la tumbo y empiezo a comerle las tetas,una de mis manos vuelven a su coño,cada vez mas humedo."Follame" me dice. "Todavia no" contesto. Hundo mi cabeza en su coño y le meto la lengua hasta dentro. Se retuerce de placer,mi boca es invadida por sus jugos y parece que llega a un primer orgasmo porque se retuerce entre mis brazos,yo sigo a lo mio y ella se sigue retorciendo. "Metemela" entre gemidos suelta, "Te la voy a meter pero no por donde tu quieres". Me mira y se que esta pensando,la digo "Si lo soy,soy un cabronazo que te va a follar el culo,y lo mejor es que me vas a dejar si rechistar,¿a que si?". No me contesta porque sabe que lo voy a hacer y no puede hacer nada por evitarlo.
Me levanto y ella sola se pone a cuatro patas,ofreciendome ese culito que siempre me ha gustado,"Eres el primero,no me hagas daño" me dice. "No te preocupes,no lo hare" contesto.
Cojo mis dedos y se los meto primero en el coño,los mojo en sus jugos y los saco,los llevo a su ano y empiezo a meter uno despacito,se retuerce un poco y gime de dolor pero no hago caso y empujo un poco mas dentro de su culo el cual se va adaptando al tamaño de mi dedo,lo saco y ahora lo intento con dos,vuelve a gemir,ahora lo hago mas despacio,no quiero lastimarla y no poder follarla despues,los voy metiendo cada vez mas hasta que estan enteros dentro de ella,los dejo un rato para que su ano se adapte un poco mas.
"¿Preparada?".
"Creo que si".
Cojo un bote de vaselina y me unto un poco la polla para que sea mas facil,apunto a su agujero y hundo un poco la punta la cual empieza a entrar despacio mietras ella respira entre cortada para soportar el dolor.
Como en un principio parece que no se queja,vuelvo a empujar para que entre un poco mas en lo que se da cuenta de que le la estoy follando a pelo,"Eres un cabron" me dice medio gimiendo entre dolor y placer cuando ya tengo mas de media polla dentro. Pego el ultimo empujon y la meto entera,ella suelta un pequeño grito de dolor.
Espero un rato a que su ano se acabe de adaptar a mi polla y le digo:
"Ahora es cuando te voy a follar,si te hago daño me lo dices" a lo que asienta con la cabeza entiendo lo que va a pasar. Empiezo a embestir despacio,lleva un ritmo y pausado disfrutando de la situacion,ella resopla y gime,no se si de dolor o de placer pero aguanta mis embestidas suaves.
La cojo del pelo,la giro hacia mi,la morreo mientras le doy una embestida un poco mas fuerte,esa cara que ha puesto a sido mas de dolor que de placer pero no me dice nada y como no lo hace empiezo a embestir cada vez como mas fuerza,sus gemidos cada vez son mas altos lo que me excita y cada vez le doy mas fuerte.Una y otra vez,mis huevos golpeando en su coño y mi polla ya entra y sale sola de su culo,para un poco para no correrme muy rapido y poder seguir disfrutando y me salta "No pares cabron,sigue,llename de leche el culo". Eso me excita mas y empiezo a darle fuerte para correrme dentro de ella,cada vez mas,chilla,gime y mi polla empieza a tener los temblores de la corrida y la saco.
"Que haces mamon,no pares".
"Quiero correrme en tu boca"
Me pongo delante de ella,que sigue a cuatro patas,me mira con una mirada lasciva,y abre la boca,se la meto y la empiezo a follar hasta que me corro dentro de ella. Hacia tiempo que no echaba tanta leche,se le sale por los lado porque he dejado mi polla dentro hasta que ha salido toda mi leche.
Exahuto me dejo caer en la cama y ella se va al baño,escucho como se lava la boca y escupe mi leche. Vuelve a la cama,se abraza a mi y me dice,"¿no vas a contar nada no? a lo que asiento con la cabeza y nos quedamos dormidos.
A la mañana siguiente,nos levantamos,la prepare el desayuno,desayunamos juntos,yo desnudo y ella con una camiseta mia a modo de camison,no hablamos en ningun momento de lo sucedido el dia anterior. Se ducho,se vistio y se fue.
De momento no ha surgido volver a quedarme solo para poder llamarla y hablar lo que paso aunque creo que sera algo que nos quedemos los dos para nosotros.
La solitaria (Anal)
Siempre me preguntaba porque mi tío dejaba por tanto tiempo sola a su mujer. Sí, su trabajo como policía le daba muchas responsabilidades, pero dejar a una mujer como Diana sola por tanto tiempo era simplemente un error. Vivíamos en una casa de dos plantas, la primera para mi familia y la segunda, desde hace 1 año, para mi tío, quien al llegar no solo vino con sus maletas y su auto, sino también con Diana, una guapísima mujer directa de la selva del Perú. Quizás no lo sepan, pero las mujeres de la selva tienen la fama de ser unas bestias sexuales capaces de volver loco a un hombre con sus tretas. Sin embargo Diana no parecía ser alguien así (al menos a la primera impresión).
Su cara de niña buena, sin embargo, no lograba distraer de su cuerpo. El día que la vi llegar vestía solo con un pequeño top de ligas muy escotado que dejaba ver parte de sus generosos senos y una falda corta que permitía ver sus piernas larguísimas y dibujaba el contorno de su redondo culito. Era pleno verano, así que su atuendo no tenía nada de malo. Ese era mi primer recuerdo de ella. Todos mis recuerdos de ella eran sobre su cuerpo. Gustaba de vestir bien y atraer miradas. Siempre con vestidos pegados que delineaban su dulce figura, siempre con escotes que hacían saltar los ojos, siempre con pequeñas faldas. Y con semejante mujer era normal escuchar casi siempre sus gritos mientras mi tío se la cogía. Pero la frecuencia de sus gemidos había disminuido desde un par de meses antes, cuando mi tío fue asignado a unas misiones al sur del país. Diana pasaba mucho tiempo sola en su casa y, aunque mi tío pudo habérsela llevado con él, prefirió quedarse para que no corriese ningún peligro. Pero una mujer así no puede ser dejada.
Yo no había cruzado con ella más que algún saludo, apenas la conocía, pero las cosas estaban a punto de cambiar. Había dejado mi trabajo por unos problemas con mi jefe, asi que mientras buscaba otro me quedaba en casa durante el día. Fue así que descubrí que Diana hacía lo mismo, pues oía la música que ponía a todo volumen o escuchaba a veces su voz. Pero no había ningún motivo para hablarle y no se me pasaba por la cabeza hacerlo tampoco. Una de esas mañanas, mientras pasaba al lado del tragaluz de la casa, mire hacia su ventana y me di con la sorpresa de que ella se encontraba allí, con sus bellas tetas al aire, contemplando la nada. Pero al sentir mi mirada Diana volvió al mundo real…
- ¡Ahh! – grito, y se tapo instintivamente
- ¡Diana! Disculpa, no sabía que…
Su cara de impresión no alcanzo a decirme más y se fue. No supe que mas hacer, así que supuse que luego le pediría disculpas. Eran unas hermosas y carnosas tetas las que tenia y sería difícil decirle perdón sin pensar en ellas, pero tenía que hacerlo.
Al día siguiente salí muy temprano por una entrevista de trabajo que al final fue un fiasco. Volví antes de lo que esperaba a casa y cuando me aproximaba a la puerta vi que había alguien intentando entrar. Era Diana, quien venía con la bolsa de compras.
- Hola, Diana. Oye, déjame ayudarte – le dije, mientras tomaba la bolsa
- Ah, hola Manu, gracias.
La lleve hasta el segundo piso y las deje a la entrada. Era el momento de la disculpa.
- Oye, Diana, sobre ayer…
- No te preocupes, fue mi culpa, pensé que no había nadie…
- Sí, pero igual disculpa, que no quiero que hayan problemas… ¿Sabes?
- No, Manu, ¡para nada! Descuida.
- Está bien… Te dejo entonces – le dije, mientras volteaba para bajar a mi casa.
- Oye Manu, ¿estás solo? – dijo Diana, intrigada – porque si quieres puedes venirte a comer luego eh, que estoy sola yo también.
- ¡Vale! – a la comida gratis no se le dice no jamás – subo en un par de horas Diana.
- Vale – me dijo, sonriendo pícaramente.
El almuerzo resulto ser súper ameno. Diana era encantadora. Obviamente no tocamos el tema de su topless ni sus causas, pero hablamos de muchísimo, desde futbol hasta cine y política. Era sorprendente.
Luego de ese día empecé a almorzar ahí diariamente. Mi tío tenía una semana de partido en su misión ya y no daba la impresión de que fuese a venir en un futuro próximo.
- Me acaba de llamar – dijo Diana un día, tristísima – se suponía que iba a partir hoy pero tendrá que quedarse un par de días más… Se me está haciendo difícil esto ya…
- Tranquila Diana, es su trabajo, entiéndelo – palabrería barata que salió de mi boca.
- Ya sé, pero… – se quedo como ida por unos momentos para luego hablarme de un tema completamente diferente.
Podía darme cuenta de lo necesitada que estaba Diana, cuanta falta le hacía un macho, pero no era un tema fácil de tocar. Sabía que su cuerpo necesitaba acción y urgentemente, pero involucrarme sería muy riesgoso.
Un par de días después encontré a Diana vestida como si fuese a salir. Tenía un vestido floreado corto de verano y unas sandalias nuevas que dejaban ver sus finos pies. El vestido se le ajustaba en la parte del trasero, dibujando su pequeña ropa interior.
- ¡Comamos!
Diana había preparado un asado exquisito que devore con velocidad. Ella, sin embargo, había estado muy callada, más de lo normal.
- ¿Estás bien? – pregunte al terminar.
- Sí, sí…
Sorpresivamente, sacó un vino del bar y sirvió dos copas.
- Jaja, ¿y esto? ¿Qué celebramos?
No dijo nada y, luego de terminarse la primera copa llena de porrazo volvió a servirse otra para acabarla a la misma velocidad. Estaba perplejo.
- Estamos celebrando mi aniversario.
Mi tío otra vez no había llegado. No sabía que hacer así que la acompañe con mi copa.
- Vaya, lo siento.
- Pues no lo hagas, ya no me importa. Que haga lo que quiera, que trabaje, ya vendrá, me da igual.
- No digas eso, entiéndelo – repetí por enésima vez – Te llamara luego, seguro.
- Si se acuerda… No importa, a la mierda – Diana iba ya por la cuarta copa mientras yo iba en la segunda. Y mi desventaja no tardo en hacerse notar – Es él quien se pierde esto – dijo, mientras señalaba su cuerpo perfecto.
Y de pronto me vino a la mente: si ella sabía que mi tío no podría venir, ¿Por qué estaba vestida así? Y con un trago más mi lengua me traiciono.
- Y si sabias que no venia el idiota de mi tío, ¿a qué se debe que estés tan hermosa?
- ¿Hermosa? ¿Te parezco hermosa?
Debí recordar que el vino me cae malísimo. O no. No importa.
- Pues… - estaba corriendo mucho riesgo, pero… - sí, desde la primera vez que te vi me pareciste hermosa – dije – pero hoy lo estas más.
- Qué lindo – Diana me miró como si fuese una perrita buscando cobijo – esperaba usar este vestido para tu tío, pero sabía que te gustaría a ti también… Se como me miras, Manu.
Bebí mi cuarta copa y me acerque a ella. Ya no había vuelta que darle.
- ¿Y como te miro?
- Me miras con deseo… Y me gusta sentirme deseada.
- Ese día que te vi en la ventana, sabias que estaba aquí, ¿verdad?
- Sí…
- Querías calentarme, ¿no?
- No digas eso… No soy una puta y estoy casada con tu tío…
- Pues si eso fuera verdad no estarías así ahora.
No lo pensé más y la bese. La tome de los brazos y la levante de la silla.
- No… - me dijo – no, ¿qué haces? Van a haber problemas si seguimos…
- Estamos completamente solos – le dije, mientras quitaba unos cabellos de su rostro. Era hermosa en realidad – este será nuestro secreto.
Y fue ella esta vez quien me beso. Como pude, la fui llevando hacia su cuarto mientras con mis manos recorría todo su cuerpo. Nos detuvimos en la puerta por un segundo en el cual mientras nos besábamos logre meter mis manos bajo su falda y puse sentir en carne viva su delicioso y redondo culito.
- Es… Espera – me dijo, porque no podía abrir la puerta por la desorientación.
Entramos. La cama era inmensa y estaba ansiosa por el espectáculo.
- Oye… - me detuvo cuando trate de besarla de nuevo – nadie puede saberlo. Promételo.
- Promesa – dije, alzando mi mano.
- Nunca he hecho algo así…
- Tranquila.
Y le di un suave beso en la boca para relajarla. Diana volteo y se hizo el pelo a un lado, viéndome de reojo.
- Bájame el cierre, ¿si?
Y mientras yo lo hacía, ella se iba agachando, haciendo que su culito se fuese pronunciando más, hasta casi quedar en cuatro. Mi pija estaba completamente erecta ante la vista. Más aún, su posición hacia que sus nalgas rozasen mi verga oculta bajo mi pantalón, lo que me ponía ansioso. Me acerque para mayor contacto y la tome de las caderas. Diana empezó a moverse en círculos, sobándome la pija, apretándome entre sus carnes. La despoje de su vestido como pude y quedó frente a mi su delicioso trasero. Sentía mi polla enloquecer, era el culo más hermoso y perfecto que había visto en mi vida. Erguido, redondo, liso como una dulce manzana. Hice su calzoncito negro a un lado y, preso de la locura, empuje toda mi verga tiesa en su mojadísima concha.
- ¡Ahh! ¡Despacio!
Inicie un bombeo furioso. Obviamente Diana quería jugar antes, pero esa vista me había puesto como un burro. Mis movimientos eran bruscos, lo sabía, pero no me importaba.
- ¡Ahh! Su… Suaveee
La así de los brazos y la traje hacia mí. La despoje de su brasier, dejando sus tetas libres para que bailasen con mis embestidas.
- ¡Ahh! Qué bien se siente Manu, así…
- Sí mami, te gusta más que la de mi tío, ¿no?
- Sí… Pero no se lo dig… ¡Ahh!
La apresé de las tetas mientras la empalaba hasta el fondo. Era una locura.
- ¡Ahh! Me vengo… ¡Sácala!
- ¿Que qué? – dije, algo asombrado
- Sácala… Me vengo… Por… Métela
- ¿Qué?
- Métemela… atrás. Ahh, apura…
No había tiempo de pensar más. Se la saque y luego de humectar mi verga con sus jugos la tomé con mi mano y la dirigí hacia su pequeño agujero. Debo confesar que era la primera vez que le hacía sexo anal a una mujer, pero el momento apremiaba. Iba empujando despacio mi pija, como el novato que era, pero Diana estaba muy impaciente.
- Apresúrate, Manu. Apuraaa.
Apenas logre meterla un poco, la selvática retrocedió con su cuerpo, clavándose todo mi miembro en el culo. Si su conchita me volvía loco, esto era el paraíso. Era una sensación de otro planeta. Su culo era apretadísimo, sentía que me ordeñaba la verga.
- Follame, ¡follame!
La tomé del pelo y empecé mi vaivén. Al comienzo fue un poco difícil por la presión, pero luego de un poco de saliva auxiliadora el agujero me parecía forrado en mantequilla. Era lo único que existía en la tierra. Sentía como Diana fruncía el ano cada vez que me la clavaba, como meneaba el culo buscando sentir más carne adentro. Sus movimientos me ponían cachondísimo, por lo que la empecé a follar con más furia que antes.
- Ahh, así, así, mi culo… rómpeme
- Te gusta por el culo eh! Te lo cogeré cuando quieras.
- Sí… ¡Ahh! – Diana se apretaba las tetas, estaba desquiciada – Mi culo es tuyo… Cojéeme cuando te ahhh te dé la gana.
- Lo hare, putita.
- ¡Ahhhhh!
Y llegó el clímax. Pensé que me arrancaría la pija cuando tuvo su orgasmo anal, la presión de su recto era increíble. Y ni hablar del sonoro grito que pegó, era como si la estuviesen matando. Y mientras me apretaba, un mar de lefa caliente era liberado dentro de su agujero. Saqué mi pija aún semi erecta mientras veía como la leche escurría por sus piernas. Caí al suelo rendido, mientras Diana se paraba a duras penas. La mujer volteó y su mirada, que minutos antes había estado llena de locura y lascivia, paulatinamente empezó a cambiar a terror. Se paró y se cubrió con la sabana mientras iba corriendo hacia el baño. Y yo no necesitaba explicación alguna pues la entendía perfectamente, y es que acababa de follar (y por el culo) con su “sobrino”.
Relato erótico: Dos ejecutivas en un after
Había sido un día muy duro en el trabajo, aunque las cosas habían salido genial. Mi amiga Elena y yo habíamos cerrado un buen acuerdo comercial. No había sido fácil y conseguirlo nos hacía sentir muy satisfechas. Era momento de celebrarlo. Elena me dijo que porque no íbamos a tomar una copa en un ‘after work’ de moda. La idea sonaba bastante bien, así podíamos desconectar y hablar de cosas de mujeres.
Llevaba ya uno año divorciada y prácticamente, salvo aventuras esporádicas, volcaba todo mi tiempo en el trabajo y en la educación de mis hijos. Soy una mujer atractiva y pretendientes no me han faltado nunca. Mis amigos comentaban que el divorcio me había sentado muy bien, estaba radiante.
Llegamos al pub y la verdad es que estaba lleno de bastante ejecutivos..Qué erótico… Aunque ninguno me llamó la atención, típicos maduros bastantes arrugados con sus historias misóginas, que no me apetecía un carajo soportar. Eso sí nuestra entrada fue como las modelos de ‘Victoria Secret’, no había pañuelos para secar tan babas..
Elena y yo llevamos dos trajes de chaqueta y falda bastante ajustados con unos buenos taconazos, que resaltaban nuestra figura. No recuerdo la cantidad de tíos que acabaron con tortícolis, al girarse para ver nuestros lindos traseros. Nos sentamos en un parte del local y empezamos a charlar de nuestras cosas. Hasta que el mismo diablo apareció por la puerta. Ese “diablo” debía medir un 1,85 con clase, la típica persona que cuando entra en un lugar lo llena solo con su presencia. Elena y yo nos miramos, bufff… menudo macizo, está para comérselo.
Las dos no los perdíamos de vista, y él empezó también a mirarnos, parece que le llamamos la atención. Me estaba poniendo cardiaca y Elena se estaba poniendo muy cachonda, no hacía más que tocarse el pelo. Las miradas, las risas se hacían cada vez más directas y descaradas.
Realmente no sabíamos en cuál de las dos estaba interesada, mientras Elena y yo discutíamos sobre este asunto, él se acercó y nos dijo “Hola me llamo Jorge y no sigáis discutiendo…Las dos me gustáis, ahora, no sé con cuál de las dos voy a desayunar mañana”. No salíamos de nuestro asombro, hubo un momento de silencio, que se rompió con unas carcajadas.
Nos presentamos y en seguida se generó complicidad entre los tres. Más copas, risas e historias divertidas, son esos momentos que te lo pasas de escándalo y el tiempo parece que no existe. Madre mía había bebido tanto, que estaba fuera de mí. Miraba a Jorge como una guarra desesperada, Elena hacía lo mismo y las dos competíamos por ganar los favores de nuestro adonis. Eso sí Elena y yo éramos como dos brujas en pleno éxtasis.
Eran las dos de la mañana y el pub estaba a punto de cerrar. Jorge con esa seguridad típica de los que siempre ganan, nos dijo como un perfecto cabrón, “mirar buenorras, os voy a ser sincero, las dos me la ponéis bastante y me estoy divirtiendo, así que os invito a continuar esta interesante tertulia en mi casa”. Las dos decidimos que era buena idea. Jorge iba en el centro, las dos agarradas a él, mmm sentía como Jorge tenía su mano puesta en mi trasero, eso me estaba poniendo a 100, también me fije que lleva la otra mano en el culo de Elena, joder pensé que cabronazo, pero me da lo mismo. Solo quería estar cerca de ese juguete hecho hombre. No me importaba la presencia de Elena.
Llegamos a la casa de Jorge, un ático en plan minimalista. Para mi sorpresa Jorge se empezó a decantar por Elena, y yo empecé a sentirme un poco tonta. Jorge me pidió que me pusiera cómoda en el salón, que le iba a enseñar una cosa a Elena, pero que enseguida estaban conmigo. “Joder este mamonazo se va a follar a Elena y yo aquí de florero”. Se metieron en una habitación donde salían risas y luego un silencio que me estaba desconcertando. Pasados 15 minutos, Jorge vino a mi encuentro y me dijo que podía pasar a la habitación. La habitación tenía estética gótica al más puro estilo sado maso y joder lo más fuerte: Elena estaba atada en una cruz de San Andrés, totalmente desnuda solo con sus taconazos y llevando una bola en la boca. Estaba totalmente sometida.
Jorge se acercó a mi y me dio una fusta “mira como está la zorra de tu amiga, te invitó a que juguemos juntos y la enseñemos modales”. Me quedé petrificada, Jorge y Elena me miraban. “Bueno ya sabes lo que tienes que hacer”. Mire a Jorge, cogí la fusta y empecé a castigar los pechos de Elena. No sabía lo que hacía, pero cada vez que azotaba a Elena, yo me embriagaba de placer.
Jorge decidió bajarme la falda y dejar mi culo al descubierto..Buff pensé que me iba a castigar el trasero, pero no, lo que hizo fue besar mis nalgas, pasando su lengua por todos mis orificios. Estaba loca de placer y a medida que me daba más placer, mis castigos con la fusta sobre Elena eran más fuertes, sus gritos, que apenas se oían por la bola que llevaba, eran muy estimulantes. La total entrega de una mujer bella como Elena era alucinante, unido a los besos que Jorge me estaba dando por mi retaguardia, creaban una escena de película porno.
En un momento dado, me di la vuelta y ordene a Jorge que me penetrara. Sus acometidas eran bestiales… Menudo miembro y como entraba de manera fácil en mi vagina. Me corrí al menos dos veces, no recuerdo cuantas. Mientras hacíamos el amor, parábamos y nos dirigíamos hacía Elena. Os podéis imaginar lo que pasaba…Elena recibía azotes por todo su cuerpo, a parte de que la obligamos a chupar nuestros sexos. Se había convertido en una buena perra, que sabía cómo lamer a sus amos.
No sabía si Elena lo estaba pasando bien y le pregunte a Jorge, que quizás nos estábamos pasando un poco con ella. El sonrió y llevó mi mano al coño de Elena, noté que parecía una auténtica fuente, estaba muy húmeda. “Ves como se lo está pasando de puta madre, eso sí mientras yo la azoto, tu puedes masturbarla hasta que se corra”. La idea me encantó, los gritos y movimientos salvajes de Elena, era algo muy excitante. Se corrió de tal manera, que se orinó allí mismo, era una escena salvaje y totalmente desinhibida. Parece que tanta copa le había pasado factura.
Finalmente decidimos soltar a Elena y estuvimos todas la noche jugando los tres… Jorge era un adorable demonio y al final desayunamos los tres juntos.
Por vampireza
Relato Erótico: El Ginecólogo me hace una buena… exploración
La relación con mi ginecólogo siempre había sido un poco especial, pues desde el principio me había dado cuenta que le gustaba y atraía como mujer, si bien nunca me había insinuado nada al respecto, pero eso es algo que las mujeres notamos enseguida en los hombres.
Hacía dos meses que me habían operado de la matriz y me tocaba revisión con el ginecólogo para ver cómo seguía de la misma.
A mi él, mi ginecólogo, me parecía un hombre interesante y tenía para mi, como sucede con todas las mujeres, pienso, el atractivo de su timidez y ello con independencia de la relación de toda mujer con su doctor de por si especial al ser un hombre que conoce todas nuestras intimidades, ante el cual nos desnudamos periódicamente sometiéndonos a una exploración que es la más íntima de todas. Alguna vez había tenido la fantasía de hacer el amor con él en alguna de las visitas periódicas que le hacía.
En aquella ocasión al llamarle para la cita, diciéndole que me venía bien que fuera cuanto antes y a ser posible ese mismo día, me dio cita para última hora de la mañana.
Al llegar a la consulta sólo estaba otra mujer delante mío, por lo que supuse que yo era la última de aquella mañana. Mientras esperaba a que llegara mi turno se me ocurrió una idea para hacer que él venciera su timidez.
Al cabo de un rato de estar sola esperando, pues la mujer que estaba antes que yo ya hacía rato que había entrado, llegó la enfermera y me indicó que podía pasar. Entré en el despacho y como siempre él se levantó de su mesa y se acercó a saludarme, dándome un beso en la mejilla, a continuación se volvió a sentar en el sillón detrás de la mesa y yo en el de delante y comenzamos con lo típico, preguntándome cómo estaba, si sentía alguna molestia, etc., una vez hubimos terminado con los preliminares, le dije:
“Jose, además de la visita por la operación, quería consultarte otra cosa”
“Tú dirás”
“Pues verás, yo soy una mujer sexualmente muy activa, me encanta el sexo y los juegos sexuales, mi marido y yo formamos una pareja muy liberal en ese aspecto y practicamos toda serie de juegos sexuales, incluídos los intercambios de pareja, además, ambos nos hemos dado libertad para practicar sexo con otros y ambos lo hacemos regularmente. Mi pregunta es si el ser promiscua sexualmente hablando me puede perjudicar en algún sentido, teniendo en cuenta la operación que me has hecho”
Se levantó del sillón de detrás de la mesa y mientras se acercaba a mi y se sentaba en el otro sillón que estaba al lado del mío, me contestó:
“No especialmente, quiero decir, que por la operación en sí no tienes más riesgo que el que tienes sin la operación, es decir, el practicar sexo con desconocidos tiene de por sí un riesgo, que no es distinto con la operación que sin ella.
En fin lo que me dices tiene de por si un riesgo, que supongo que conoces, en lo referente a enfermedades de transmisión sexual. Al decir que eres muy promiscua, ¿qué quieres decir exactamente?”
Mientras me iba contestando, observé que mi idea había dado resultado, primero por su mirada, pues me observaba con un interés mucho más sexualmente abierto que el que había empleado nunca y además, por el bulto que se iba formando en su entrepierna.
“Hombre, José, ¿qué quieres que te diga?. Cuando digo que soy promiscua, quiero decir exactamente eso, que soy promiscua, que practico sexo con otras personas que no son mi marido, además de realizar intercambios con mi marido y otras personas, hablando claramente que follo con quien me apetece en cada momento,
¿te queda claro?”
“Si, si, muy claro. Yo conozco a a migos míos que se dedican a los intercambios de pareja, si quieres te los presento”
“No, José, no hace falta, mi marido y yo tenemos un grupo de matrimonios que somos amigos y entre nosotros practicamos el intercambio, lo que es más dificil y lo que nos apetece más ahora es probar a hacer tríos, lo que pasa es que encontrar un hombre, para ello, es más complicado que encontrar matrimonios, pues el tener una amistad es más dificil y plantearle un trío a un amigo que no sabes cómo va a reaccionar, es más problemático”.
Yo esperaba que al decirle lo anterior se diera por enterado y tuviera alguna reacción, lo que sucedió.
“Bueno, mira pasa a la sala y vete desnudando para que te reconozca, mientras me lavo las manos”
Pasé a la sala como me había indicado, me quité la falda y las braguitas que llevaba, dejándome únicamente la camiseta, y me tumbé en la camilla.
Cuando entró, se dirgió a la camilla, sin sentarse, como otras veces y de pie delante mío, me agarró las manos y me incorporó hasta dejarme sentada en la camilla, diciéndome:
“Desnúdate del todo”.
Sin decir nada, me quité la camiseta, a lo que él me ayudo, cuando estuve completamente desnuda, me abrazó y al oído me dijo:
“¿Quieres que sea yo con el que hagamos un trío con tu marido?”
“Pues si Jose, sí me apetecería contigo, pues te conozco hace muchos años y, la verdad es que cómo me has visto tú no me ha visto nadie más”
Por fin mi estratagema había dado resultado. Me terminó de incorporar y ya de pie los dos me apretó contra si, besándome en la boca, recorriendo con su lengua todo mi paladar y mi lengua, yo sentía la dureza de su polla a través del pantalón y sus manos recorrerme los pechos y las nalgas mientras la dureza de su polla se apretaba más y más contra mi.
Mi vagina empezó a segregar abundantes jugos y empecé a sentir unas deseos locos
de que me penetrase allí mismo sin esperar más, el riesgo de que entrara la enfermera y nos viera en plena follada me producía un morbo tremendo.
Mientras seguía tocándome las nalgas y el pecho, le empecé a desabrochar la bragueta y cuando le hube sacado su polla de la prisión que la retenía, le dije que se desnudara mientras me agachaba y me metí su tiesa polla en la boca, subiendo y bajando con mi boca por todo su recorrido y apretando entre el paladar y la lengua su capullo que a esas alturas estaba rojo de sangre y duro como el diamante. Mientras yo se la mamaba, él se empezó a desnudar, quitándose la chaqueta blanca, de médico que llevaba y cuando se hubo desabrochado el pantalón, dejé su polla libre de mi boca y saliendo al despacho me tumbé en el sofá mientras le decía:
“Date prisa y fóllame, que te estoy deseando”
Tumbada le contemplé cuando venía hacia mi, desnudo, con su polla tiesa y dura delante de él, mojándome todavía más al ver esa polla y saber que en pocos segundo iba a estar dentro de mi, penetrándome, dándome placer, follándome y follándomela.
Se tumbó sobre mí, y su polla me penetró sin ningún problema ni espera, pues mi vagina estaba empapada de jugos y abierta, esperándole y su polla estaba también bien húmeda y lubricada de mi saliva. Sentía su polla dentro de mí, atravesándome, follándome, entrando hasta el fondo de mi coño y saliendo casi hasta la entrada para volver a hundirse en mis entrañas, en un vaivén maravilloso que me proporcionaba un placer indescriptible.
Cuando empecé a gemir de gusto, su boca, que hasta entonces se había dedicado a chupar uno de mis pezones, tapó mi boca, mientras su lengua penetraba mi boca igual que su polla penetraba mi coño y su mano derecha me agarraba un pezón acariciándomelo entre sus dedos.
Me corrí casi de sorpresa, el orgasmo me llegó sin avisar, intenso, fuerte, haciéndo que cerrara los músculos de mi vagina para retener la polla que me daba tanto placer, lo que provocó su orgasmo que hizo que el mío se prolongara más al sentir su leche derramarse dentro de mi, llenándome con su calor espeso.
Me encanta sentir el orgasmo de los hombres dentro de mí, sentir su leche caliente y espesa golpear el fondo de mi coño cuando sale a borbotones. Cuando sentí que su polla escapaba poco a poco de mi interior al volver a su tamaño normal en estado de flaccidez, me incorporé y colocándome entre sus piernas, me introduje su polla en mi boca, mamándosela y apretando suavemente sus cojones hasta que su ariete volvió a tener la dureza y grosor que me gustaban para volver a penetrarme,colocándome a horcajadas sobre él y bajando fui introduciéndome su pene hasta sentarme encima de él, siendo yo, entonces, la que subía y bajaba sobre él, sintiendo su polla entrar y salir de mi vagina mientras le decía que me encantaba sentir su polla dentro de mí, follándome, que me acariciara y apretara los pechos, lo que le excitaba aún más, hasta que volvimos a llegar al orgasmo simultáneamente.
Descansamos un poco uno en brazos del otro y al levantarnos le dije que ya le avisaría para hacer el trío con mi marido, y que con independencia de ello, siempre que viniera a su consulta podríamos repetir la experiencia de hoy.
Por lechera 21
Relato Erótico: El potente miembro de mi masajista
Siempre me han gustado los masajes corporales. Me encanta tumbarme sobre la camilla y dejar mi cuerpo laxo, abandonándome a los sensuales placeres de unas manos recorriendo tu cuerpo, relajándolo, tonificándolo.
Aquel lunes, como cada semana, acudí a darme mi masaje semanal, siempre en lunes para relajar mi cuerpo después de las juergas de los fines de semana.
La recepcionista, al verme entrar me dijo:
“Señora, lo sentimos mucho pero la masajista se ha puesto enferma y no disponemos de nadie, salvo que quiera que la de el masaje el masajista de la sección masculina”
Me quedé unos momentos dudando, pero enseguida respondí que no me importaba que lo que necesitaba era mi masaje semanal.
Nunca me había dado un masaje un hombre. En esos sitios existe la separación por sexos, a los hombres les dan masajes los hombres y a las mujeres, las mujeres, supongo que será por el hecho de que el masaje corporal completo, implica quedarte completamente desnuda.
Como siempre me acompañaron a la salita de masaje, donde, ya sola, me desnudé, me tumbé en la camilla boca abajo, con la toalla, tapándome de la cintura para abajo.
Al momento oí abrirse la puerta y al girar la cabeza vi entrar a uno de los hombres más sexualmente atractivos que había conocido nunca. Alto, moreno, con unos ojos verdes impresionantes y una sonrisa encantadora.
Iba completamente vestido de blanco, con una camiseta ajustada que dejaba adivinar un pecho ancho y poderoso, los pantaloncitos cortos que llevaba, igualmente blancos dejaban al descubierto unas piernas fuertes y musculadas, en la entrepierna se veía el bulto de su “paquete”, que, en principio, parecía nada despreciable.
Lo más atrayante de él era, como ya he dicho, el magnetismo sexual que se desprendía de todo su cuerpo. Fue tan grande el impacto sexual que me produjo que sentí como mi vagina se hunedecía y contraía, como preparándose para una penetración que ella, antes que yo, deseaba.
Al entrar me preguntó: “¿La señora se dará un masaje corporal completo?”, a lo que respondí, con un hilo de voz para no dejar traslucir el deseo que se había apoderado de mi persona, que si.
Se acercó a la camilla y con toda naturalidad me quitó la toalla dejándome completamente desnuda.
Sentí un escalofrío de deseo recorrer todo mi cuerpo y como aumentaba la humedad entre mis piernas.
Comenzó por masajearme la espalda y el cuello con movimientos lentos, pero fuertes, recorriendo cada uno de mis musculos que al paso de sus manos se descontractaban y relajaban. A continuación siguió con los muslos, recorriéndolos de abajo arriba y de arriba abajo. Cuando sus manos se acercaban a mi entrepierna no podía reprimir un estremecimiento de placer y sensualidad, mientras mi vagina seguía desprendiendo jugos, que llegado ese momento, habían empezado a resbalar de mi coño y habían mojado ligeramente la sábana de debajo.
“¿Le importaría darse la vuelta, señora?”
Me la di, exponiendo mis pechos y mi pubis desnudo a su mirada. Al darme la vuelta y tumbarme boca arriba, había dejado mis piernas ligeramente entrabiertas, por lo que no podía dejar de ver mi pubis húmedo y abierto como estaba. Con los ojos entrecerrados ví como su mirada se detuvo en mi coño, sintiendo el deseo sexual que le vino y como el bulto de su entrepierna creció ligeramente.
Comenzó con mis muslos, igual que antes de arriba abajo y de abajo arriba, pero ahora noté que sus manos se acercaban más que antes a mi entrepierna. Sentía mis jugos vaginales resbalar de mi coño, humedeciéndome el canalillo entre éste y el ano. Era algo que no podía dejar de darse cuenta y por el tamaño que iba adquiriendo su paquete era evidente que se había dado cuenta de mi excitación y deseo.
Sus manos cada vez se acercaban más y más a mi entrepierna, hasta que cada vez que subían por mis muslos llegaban a rozar ligeramente mi coño.
El deseo que sentía era cada vez mayor, mi vagina estaba empapada y deseaba más con cada roce la penetración. Cuando sus manos rozaron de nuevo mi coño, abrí mis piernas, lo suficiente para hacerle entender que deseaba otra clase de masaje más íntimo y sexual.
Se incorporó, dirigiéndose hacia la puerta que cerró con llave y desnudándose al llegar a la camilla, se echó encima mío, penetrándome de un solo golpe al mismo tiempo que su boca buscaba y encontraba la mía y su lengua penetraba hasta el fondo de mi garganta.
Mi vagina se cerró al sentir su pene dentro de mí, apretándolo en un movimiento involuntario como para no dejarlo salir. Sentía sus empujones en el fondo de mi coño, dándome un placer intenso, al mismo tiempo que sentía su cuerpo fuerte y musculoso sobre el mío, apretándome los pechos con el suyo y su lengua apresando la mía.
Levanté mis piernas, apresando sus nalgas con mis pantorrillas, y su pene penetró más profundamente dentro de mí. La oleadas de placer previas al orgasmo empezaron a recorrer mi cuerpo, hasta que sentí como si todo mi cuerpo estallara mientras mis piernas le empujaban más adentro de mi y mi vagina apresaba su pene como para impedirle salir.
Al sentir mi orgasmo sus movimientos se aceleraron haciéndose más rápidos y mas profundos hasta que estalló, a su vez, su orgasmo. Cuando sentí su semen caliente golpeando el fondo de mi coño y las pulsaciones de su pene dentro de mi, me vino un segundo orgasmo, más suave y pequeño que el primero, pero no por ello menos agradable y excitante.
Cuando se incorporó, me levanté de la camilla y me dirigí al cuarto de baño para lavarme. Al volver ya no estaba. Me vestí y salí. Ese “masaje” dejó mi cuerpo mucho más relajado y satisfecho que los masajes normales.
POr: señora adulta 12-03-15
Relato erótico: Mi amigo me practica sexo oral mientras duermo
Sentía la presión de sus muslos sobre mi cara y su respiración muy agitada y entonces emitió un suspiro muy profundo
Este relato comienza una noche de viernes en Madrid, varios compañeros de trabajo nos encontrábamos en un local en una zona cercana. Entre todos, destacaba Sonia; 1.68, morenita, muy bien proporcionada, tenía el pelo recogido en una coleta y llevaba un vestido de algodón, algo suelto, con una falda dos palmos por encima de la rodilla que dejaba ver con claridad sus contorneadas piernas.
La noche transcurría por los cauces habituales, aunque dado que celebrábamos un cumpleaños el alcohol corría a mayor velocidad de lo habitual. A la 1 de la madrugada Sonia nos dijo que necesitaba algo de aire y me ofrecí a acompañarla. Nada más salir se apoyó entre dos coches y vomitó. En esos momentos no estaba especialmente atractiva, pero no podía dejar de mirar sus piernas y el tanga que se intuía bajo su vestido.
Le recomendé que anduviese un poquito y así lo hicimos, durante aproximadamente media hora. Yo la hablaba, pero no parecía enterarse de nada, sin embargo los continuos roces con su cuerpo, dado que ella iba apoyada sobre mí me estaban provocando una tremenda excitación.
Llegamos a un parque y decidimos sentarnos. Se sentó, apoyándose sobre mis piernas y creo que se quedó dormida. No pude por menos que alegrarme dado que hubiera sido difícil disimular mi erección en esos momentos. Pero entonces, un providencial golpe de aire levantó su vestido lo justo para que pudiese ver sus piernas en toda su extensión, justo hasta el elástico de su tanguita. Estiré la mano para devolver el vestido a su posición normal y al hacerlo rocé su piel con las yemas de mis dedos… estaba caliente.
Aparentemente estaba dormida y no puede evitar acariciarla un poco más. Deslicé mi mano desde su rodilla hacia arriba apenas rozándola con las yemas estaba nervioso, pero no podía parar. Mi mano alcanzó el elástico de su tanguita sobre sus caderas y siguiendo el borde alcancé el pequeño triángulo de tela que cubría su sexo.
La miré y continuaba dormida, así que decidí ir más allá y deslicé mis dedos sobre aquel pedacito de tela dibujando una S sobre el tejido, casi sin rozarlo.
Ella suspiró levemente, lo que me excitó aún más así es que comencé a juguetear con mis dedos. De pronto ella abrió los ojos e instintivamente retiré las manos. Ella me miró nerviosa mientras se colocaba el vestido y al hacerlo se le cayó el bolso. Me agaché para recogerlo, apoyándome instintivamente sobre su rodilla y al levantarme pude ver perfectamente aquel triangulito de tela que segundos antes estaba acariciando, me quedé embobado mirando y entonces ella se recostó un poquito y me dijo susurrando… ‘Me gustaría que siguieras’.
Aquello me dejó totalmente helado y tardé algunos segundos en reaccionar. Finalmente me decidí y comencé a besar sus piernas comenzando desde las rodillas, subiendo lentamente, apenas rozando su piel con mis labios deslizaba mi lengua sobre la cara interna de sus muslos, levantando el vestido con mis manos según avanzaba hasta que mi nariz topó con su tanguita.
La miré y puse mi mano sobre el borde, tirando de él hacia arriba, haciendo que presionase su sexo. Ella emitió un leve gemido mientras mi dedo dibujaba el contorno de su sexo sobre el tejido de su tanguita. Puse mis manos sobre sus caderas y bajando, arrastré su tanguita hacia abajo, dejándolo sobre sus rodillas.
Humedecí un poquito mi dedo índice y lo deslicé desde su pubis hacia abajo, jugueteando con el vello, apenas rozando los labios y subiendo muy lentamente, presionándolo con la yema.
Noté como su respiración se aceleraba y unos gemidos muy suaves comenzaron a salir de su boca mientras mi dedo se deslizaba bordeando su clítoris, apenas rozándolo. Suspiró profundamente en el momento en que puse mi dedo sobre él y comencé a masajearlo, haciendo pequeños círculos sobre él presionándolo con la yema muy despacito.
Ella jugueteaba con mi pelo, acariciando mi nuca y con suavidad empujó mi cabeza contra ella. Así que deslicé mi dedo un poquito mas abajo y mi lengua ocupo su lugar, bordeando su clítoris, humedeciéndolo, besándolo…
Mis labios lo envolvieron y comencé a juguetear con él dentro de mi boca, lamiéndolo, presionándolo con mi lengua. Lo succioné con mucha suavidad y ella estiró las piernas cerrándolas un poquito. Sentía la presión de sus muslos sobre mi cara y su respiración muy agitada y entonces emitió un suspiro muy profundo, relajándose al instante, se estaba corriendo.
En ese momento sonó mi móvil. Tratando de tranquilizarme, lo cogí y respondí, nuestros compañeros nos buscaban así que tuvimos que interrumpir nuestro encuentro. Nos levantamos y nos dirigimos hacia el local. Ella no hizo ningún comentario aquella noche. Pero el futuro me depararía una agradable sorpresa.
Enviado por incognita 17 el 10 de enero de 2015
Relato erótico: Polvazo con la mujer de mi mejor amigo
No pude resistir más la tentación y finalmente acabamos haciéndolo como animales en la cocina… No podíamos parar… nos llevábamos buscando mucho tiempo y al fin, el deseo pudo más que la razón… ¿Te gustaría leer la historia?
Era un sube y baja violento, se tocaba los pezones y luego los acariciaba sin bajar el ritmo de su galope.
No sé cuando empezó. Solo puedo decir que fue lentamente que me pude dar cuenta que la miraba más detenidamente. Miraba su cuerpecito menudo, pero bien contorneado, sus manos pequeñas, sus pies pequeños, sus labios más delgados que gruesos, pero muy delineados. Sus ojos café oscuro, su perfecta nariz, su bello rostro. Su pequeño pero expresivo culo, sus piernas bien tónicas, muy bien puestas y atléticas, viva expresión de su juventud y de la gimnasia. Claro, si solo tenía 28 años. Lo que más me atraía, eran sus senos. No eran tan grandes como los de mi esposa en ese entonces, pero en ese cuerpecito resaltaban, con una caída preciosa, que se volvían a levantar para ofrecer sus pezones al cielo, o a aquel goloso que quisiese disfrutar de tamaña golosina.
Estoy describiendo a la esposa de mi amigo, llamémosla, Nora, en clave. Sí, la esposa de mi mejor amigo.
Los primeros indicios de que algo estaba ocurriendo entre los dos, fueron las miradas cruzadas, en los almuerzos familiares, en la casa de mi amigo. Eran cortos segundos en que las miradas decían cosas, que sólo con el tiempo pudimos entender. Eso hizo que cada vez, mis pensamientos hacia ella, separaran el rol de mi joven y cordial amiga, por el de la mujer atractiva, que francamente era.
Las miradas silenciosas y cómplices, empezaron a llenarse de pequeños cuestionarios, coquetos, nerviosos, juguetones: ¿Qué miras?, ¿En qué piensas?, ¿Me ibas a decir algo?, ¿Tengo algo en la cara? La respuesta era del mismo tenor: nada, solo miraba; si, muchas cosas quiero decir, pero mas adelante… (silencio)… (Sonrisas).
Comencé a conocer sus horarios de trabajo . Sus visitas, sus gustos, empecé a estudiarla, su número de móvil me lo aprendí de memoria. Empezamos la etapa de los roces. De las rodillas debajo de la mesa, en especial aquella vez en que fuimos a un pub, con mi amigo y con mi ex esposa (Alicia), en una mesa pequeña y comencé a sentir que su rodilla empezó a quedarse en mi muslo, detenida y por momentos muy cálida… fue en ese mismo momento, cuando dijo a todos que le gustaba estar conmigo pues la hacia reír y relajarse. En esa noche, mis apetitos eróticos comenzaron con Nora… …Hasta el día de hoy.
Hubo dos hechos, que ya no dejaron dudas, de que algo ocurría entre los dos. El primero fue, cuando la fui a dejar en mi coche, a la casa de unos amigos para una reunión. Entre otras banalidades, me explicó lo celoso que era su esposo y que incluso tenía celos de mí… ¿por qué? pregunté nervioso. Bueno, porque hablo mucho de ti. Incluso a mis amigas les comento como eres. En ese minuto, no quería dejar cabos sueltos. -¿Y como soy yo?-. – Para mí eres simplemente simpático-, comentó.
Al despedirnos, me abrazó y el beso fue en la comisura de mis labios. Pensé en tomarla y besarla, pero antes de hacer cualquier movimiento, ya se había bajado del auto. El segundo acto de este inicio, fue en casa de mi amigo. Ella se preparaba para salir y nosotros nos quedaríamos con su pequeño hijo (cada vez que lo hacia, mis celos subían. Bueno pues, en un momento, sin pensar, subí al baño del segundo piso… estaba la puerta abierta y ella en braguitas… una exquisita tanguita celeste. Sus glúteos hermosos y sus piernas firmes hicieron que mi mirada y mi rostro, se llenara de deseo, amor por tocarla y saborearla… puro sexo.
Ella, de espaldas a mí, me miraba por el espejo. Comenzó a sonreír, con complicidad, de esas que te calientan más. Me acerqué y le dije: “Estás muy buena, se mire por donde se mire”. Soltó una carcajada y luego corrió a su cuarto y cerró la puerta.
Recuerdo unas vacaciones que ambos matrimonios compartimos.
Las coqueterías fueron cada vez de mayor osadía. No recuerdo fechas, tan solo momentos. Como aquel en que me levanté a mear y dejé la puerta entreabierta y luego de sentir una extraña sensación de sentirme observado, veo como me estaba mirando, al principio, con una mirada de extravío, para continuar con una leve sonrisa pícara y su rápida mirada a mi verga. Sus paseos en ropa interior o con pequeños pijamas, se hacían frecuentes, especialmente cuando Alicia no estaba.
Cada vez conversábamos mas rato. Salíamos a comprar cosas para casa. Nos llamábamos más seguido, desde nuestros trabajos. Empezaron los e-mails. El chat también. El tema era la soledad en que estaba, a pesar de tener marido.
Me acercaba a temas límites. Como cuando mencionaba su insatisfacción sexual. Que cada vez tenía menos sexo, con su pareja. La inducía a que se relajara, que jugara con su cuerpo, que se masturbara. Me decía que ya lo hacía desde los 15 años. ¿Cómo?, Le preguntaba. – Bueno, de varias formas. Algunas veces, me pongo un cojín entre las piernas, en otras, juego con objetos sobre mi clítoris, me tiro los pezones a más no poder. También, me divierto en la ducha, con mis dedos y el jabón, penetrándome. Son muchas maneras… ¿Cuál te gustó más? -Todas las anteriores-, le respondo, mientras nos reímos a carcajadas.
En un email, me preguntó, si yo me pajeaba. Le dije que sí, pero los detalles se los contaba en vivo y en directo.
De eso no pasó mucho tiempo, pues me lo preguntó varias veces. Le relaté: “Bueno… comienzo a pensar en cosas guarras, sin límites, sexo prohibido, con personas prohibidas, con imágenes que llegan a mi mente de recuerdos, pero las más excitantes son aquellas de cosas que quiero hacer y no he hecho. De toquetear a una compañera de trabajo. De pedirle a mi secretaria que se saque sus bragas y que se comience a tocar su coñito en la esquina de mi oficina, acercarme a su escritorio y que me abra la cremallera, saque mi polla y vea mi glande mojado, que lo comience a chupar, a saborear, que raspe sus dientes en mis testículos y sus ojos se llenen de deseo.
De decirle a Alicia (mi esposa), que se acerque y coquetee con el vecino o al un señor en el metro, que lo manosee encima de su jeans y que le enseñe sus tetas, y luego me cuente los detalles jugosos de cómo la penetraron, o sorprenderla llegando a casa, chupándole el pene a otro y yo escondido mirando todo aquello.
Me excito pensando en una mujer madura con jóvenes manoseándola. Esas imágenes hacen que mi pene quede muy erecto, que presione por salir de su atadura, de su camisa de fuerza y empiezo a tocarlo, a escuchar el ruido de su envoltura sobre su rojo y brillante glande. A veces me lo aprieto, lo desvío, lo muevo con fuerza, con quejidos, cierro los ojos… mmmmmm… ahhhh… pienso en ti!!!… luego me controlo, espero un rato y veo como sale el preseminal, como las gotas de ese líquido comienzan a lubricar más, mi pene y mi mano.
Siento los latidos de mi miembro, pensando en penetrar alguna boca, un culito o una rosada vagina y comienzo nuevamente a moverlo, a masajearlo cada vez con mayor fuerza, más desordenado, menos acompasado, abro mi boca para expresar mi calentura, muevo mi pelvis buscando el cuerpo caliente de una mujer y no lo encuentro, hasta que emerge como un volcán todo mi semen, tibio y caliente, espeso y vivo, que cae sobre mi vientre hasta la ultima gota, que comienza a recorrer las sábanas mientras me retuerzo en él y disfruto de mi propio líquido, deseando buscar con ansias un momento de mis sueños puramente sexuales, con quien este más cercana”.
Cuando termino de contarle, la miré y su rostro era otro… estaba sonrojado, con los labios semiabiertos, los ojos semicerrados, sus manos entre sus piernas… y en silencio… absoluto silencio. Le pregunto: – ¿Te ha gustado?-. Me dice: -Gonzalo, ¿piensas en mí? Sonrió y abrió los ojos en un gesto de admiración y sorpresa. – Eso lo dejo a tu imaginación -, le dije.
Continuaron con mayor frecuencia sus paseos de fin de semana o en las tardes, en short recortado que dejaban asomar sus cachetes encantadores. Eso me mantenía a mil. Todos esos días de fin de semana, en que ya cada vez salía menos con mi amigo, conversábamos, nos buscábamos, nos mirábamos, pero sobre todo, nos acercábamos, tocando nuestras manos, brazos, cuerpos, con roces suaves, calientes, ricos. Eran toqueteos tenues, pero eléctricos. Ella miraba con un dejo de cariño, cada vez más, a veces hasta con angustia.
Hasta que ocurrió lo inevitable. Esa mañana, desperté con mucha modorra. La casa estaba en silencio. Alicia al parecer, no estaba. Me levanté, bajé al primer piso y entré a la cocina. Mi sorpresa hizo que definitivamente, despertara. Allí estaba, arriba de un piso enclenque, con su pijama-short, mostrando sus bonitas piernas y revisando una repisa que estaba alta. ¡¡Sujétame, que me puedo caer!! Me dice casi gritando. Levanto los brazos levemente y la cojo de la cintura. Su culo me queda a la altura de mi cara. Me comenta algo que no presto atención. El mundo para mí, era ese trozo de ricura, entre su cintura que palpaba, sus glúteos y sus piernas.
Pero todo eso acompañado de un olor exquisito, indescriptible, hormonal, de hembra en celo. Con cada movimiento que hacia, le apretaba su cintura cada vez más y pude apreciar al menos la sombra de los pelitos de su sexo. Ya no aguanté más.
Acerqué mi boca a sus piernas, a la altura de sus muslos y comencé a besarlos. Esperé su reacción unos momentos y no escuché el ruido de los tarros que movía, sólo noté la mayor tensión de su cuerpo. La seguí besando e inicié unos mordisqueos al inicio de sus nalgas. La tomé de la cintura con más fuerza y le dije: ¡Bájate!, con un tono de orden.
Nos miramos a los ojos y sin más, comenzamos a besarnos tímidamente, como probando nuestros labios, luego fue más intenso, enredando nuestras lenguas, sintiendo nuestro aliento expelido por una cada vez, una más agitada respiración, la abracé, la traje hacia mí, la apreté, quería que sintiera mi arma, mi herramienta, lo duro que ya estaba, y que le quedaba a altura de su abdomen.
Empecé a palpar su espalda, a levantarle su pijama, me doblé levemente para comenzar a gozar de sus tetas, sus pezones, esas dos cosas ricas que hacían descontrolar mi cuerpo, pues ya la estaba empujando con mucha fuerza sobre el mueble de la cocina. Sentí sus quejidos, mientras le sacaba la parte superior del pijama y a la vez, me bajé la parte inferior del mío. Tomé su mano y la puse sobre mi miembro. Sin más, me empezó a pajear. -¿Te gusta?, es todo tuyo, ¡quiero que te lo comas!-, le dije.
Ella continuó pajeándome, mientras lo miraba con toda la calentura de su rostro, que jamás imaginé. -Estamos locos-, me dijo. Se sentó en el mueble de la cocina, a la vez que se bajó su short y pude ver su coñito, mientras separaba su pierna derecha y ponía su pie sobre ese piso enclenque. Sin más, besé sus muslos, no tengo descripción para ese olor a sexo puro, fuerte olor, exquisito de sus jugos. Pero oler no me bastó, pues como un animal mordí sus labios: ¡¡¡AYYY!!!
Cálmate, loco… por favor… ¡chúpame.fuerrrrte!. Metí mi nariz, hasta que no pude más y unas primeras succiones a su clítoris que no me costó nada encontrarlo. Ahí estaba, durito, mojado, rosado y disponible. No sabía a esa altura si era el olor, el sabor o lo que estaba viendo lo que me tenía transformado en un animal. Pero tenía unas ganas locas de apretarla, metérselo sin importar si ella estuviese preparada. Era una excitación acumulada de años.
-Vamos arriba, a mi cama-, me dijo. Mientras subíamos, nos fuimos tocando, ella, mi polla y yo, su trasero. Corrió a su cama, hundió su cabeza en su almohada, levantó su culo y me dijo: Ahora, te lo ruego, métemelo. -Todavía no, amor -. Acto seguido, metí mi lengua en ese culo y vagina de vicio. Le pasé la lengua por su ano, mientras con mis manos separaba sus cachetes, Recorrí con mi lengua desde sus muslos hasta su ano, varias veces, sentía sus jugos vaginales en mi mejilla, su olor era un perfume de sexo. Sus quejidos eran intensos, los míos también. Se movía de lado a lado.
-¿Dónde aprendiste a hacer eso?-. No contesté, y seguí en mi faena, claro que me ayudé con dos de mis dedos, quería por momentos hasta que le doliera. Uno se lo metí en su vagina, el otro, se encargó de su ano. Ahggg!!! Exclamaba, con su cara perdida entre sus dos almohadones y su culo cada vez más expuesto, más mojado. Seguí con un mete-saca con mis dedos, mientras con mi otra mano busqué tomar una de sus pechugas, que ya se movían locas al compás de ese vaivén de entrega. Juro que si en ese momento, entraba mi esposa, no habría cambiado un ápice mi concentración y calentura con Nora. Ella era el sentido de mi vida. Hasta que sentí el primer momento de su orgasmo, acompañado de quejidos y gritos cortos Ah… Ah… Ah… así…
Sin esperar, recogí con mi boca y mis manos, la mayor cantidad de sus jugos y se los llevé a sus labios, a sus tetas, la besé mientras le metía las manos en el pelo, estirándoselo con fuerza.
Intentamos un breve reposo, pero mi verga pedía su cuerpo. Le hice caricias suaves en sus pezones, mientras nos besábamos con mucha ternura y con una mirada cómplice de esta gran atracción pecaminosa, desordenada, culpable pero inevitable. Seguí masajeando sus nalgas, abriéndolas, buscando el hueso de su cadera con firmeza. Mordí su cuello.
Me puse de pie, la contemplé y acerqué mi pene a sus tetas extraordinarias y mi glande se posicionó en sus pezones, en su cuello, mientras me pajeaba y lo dirigía bruscamente a su pecho, hasta que lo atrapó en su boca y fue el inicio de frases entrecortadas por que estaba con mi verga en su juego fálico: -Cada vez que te miraba el paquete, pensaba en chuparte como ahora-. -Me gusta tu pene, no dejé de pensar en él, desde que te lo ví en el baño-.
Estuvo saboreando su golosina un buen rato, alternaba sus succiones con pequeños mordiscos en mis testículos. -Sigue así, así me gusta, mmmhhhhh, que bien lo haces… hasta el fondo… métetelo… quiero eyacular en tu cara. Hubo momentos en que creí que explotaba, pero hábilmente se dio cuenta y se levantó. Quiero montarte, me dijo. Se inició una carrera loca de lujuria, ella arriba, con sus tetas moviéndose y su pelo sobre su cara, sus ojos estaban blancos, me apretaba los hombros hasta provocarme dolor, era un sube y baja violento, se tiraba los pezones y luego los acariciaba sin bajar el ritmo de su galope.
¡¡Qué polla… qué polla… está muy adentro… ahhhh… ahhhh…
¡¡Te gusta, Nora, ¿¿Estás caliente como yo??!!
¡¡Siiií, toda caliente… quiero tu semen en todo mi cuerpo!!… ayyy.
En ese momento, su cabeza comenzó a moverla de lado a lado, su pelo se movía como en un baile de rock y terminó con quejidos guturales, su cabeza hacia atrás y cayendo sobre mí, con su cuerpo mojado de sudor de hembra caliente, su respiración espásmica, casi asmática y su dedo metido en su boca.
Luego de unos segundos, inicié nuevas caricias, eligiendo nuevamente sus pechugas y su espalda, su cuello y besos apasionados. Me levanté y le dije que observara. Me puse de rodillas sobre ella, acerqué mi pene a su pecho y comencé a masturbarme, a lo que ella respondió sacando mi mano y reemplazándola por la de ella. No me dio tregua, fue tan extremadamente bueno, que mi polla se hinchó como nunca, especialmente con sus ricos lengüetazos y su mirada de entrega. Sentí un escalofrío en mi espalda: -Ya viene… y es para tí… todo para tí -.
No pude más, mi semen saltó, caliente, espeso, con olor a hormonas sobre su rostro, su pelo, su cuello y sus tetas y sobre los mismos jadeos, usamos nuestras manos y nuestras bocas para compartir la leche de esta relación clandestina y sexual que aún perdura.
Autor: El violatore | 19/04/2015
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